En el transcurso de la semana pasada, volvió a visitar la ciudad de Lobería el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.
Su segunda presencia en menos de un año podría analizarse desde el impacto y la significancia económica y social que tiene para Lobería la entrega de computadoras a los alumnos del secundario y las millonarias obras anunciadas para distintos establecimientos educativos, aunque en este ocasión me gustaría destacar otro aspecto de la visita, y es el que tiene que ver con el mensaje que deja a la comunidad la actitud que tuvieron el gobernador y el intendente anfitrión, demostrando que más allá de las diferencias políticas que puedan tener, ambos priorizan el bienestar de los ciudadanos, pensando en resolver el presente y futuro de las nuevas generaciones.
En más de una ocasión, he expresado desde este mismo espacio, el deseo de que pueda cerrarse la famosa “grieta” que tanto mal le ha hecho a nuestro país. Y cuando hablo de “grieta” no me refiero a la existencia de modelos o pensamientos distintos, de hecho el disenso y el conflicto es parte de la democracia. Está muy bien que esto suceda porque de no ocurrir, tendríamos un pensamiento único y no hay nada más antidemocrático que la visión única.
El problema es que de un tiempo a esta parte, el protagonismo excesivo alcanzado por los fundamentalistas de ambos lados, han logrado que la discusión gire en torno a un maniqueísmo político que tiende a valorar las cosas como buenas o malas, sin términos medios. Esta actitud ha impedido el diálogo necesario y en consecuencia la posibilidad de acuerdos y consensos.
En lugar de intentar anular las ideas del otro, debemos aprender a aceptarlas y respetarlas, a convivir con la diferencia, y eso es lo que demostraron desde sus acciones y sus discursos el gobernador Kicillof y el intendente Fioramonti, pertenecientes a distintos partidos políticos, destacando las coincidencias sin negar los matices.
La visita del máximo mandatario provincial a Lobería fue sin dudas el gran tema de la semana y generó en las redes sociales numerosos comentarios, algunos de ellos muy preocupantes por su nivel de agresividad.
Es por eso que me parece sumamente destacable la actitud que mostraron el gobernador y el intendente desde el primer momento. El jefe comunal lo esperó en la vereda, en la entrada del establecimiento donde se realizaba el acto, y ambos se fundieron en un abrazo sincero, sonrientes, sin gestos de desconfianza. A ninguno de los dos les importó un posible reproche que pudiera llegarles después de los militantes propios, ya sea en el Comité o en el Partido. Muchas veces se dice que una imagen vale más que mil palabras.
Pero tampoco faltaron las palabras, ya que tanto en sus respectivos discursos como en la conferencia de prensa brindada en conjunto, ambos de encargaron de destacar las virtudes del otro. “Cada cosa que planteamos al gobernador, tenemos una devolución, una respuesta rápida, y esto es producto de un intercambio que tenemos” dijo Fioramonti, mientras que Kicillof le “devolvió la pared”: “Tenemos ese espíritu y con los que tienen que ver con una tradición más popular como el radicalismo, es más fácil”.
Todos recordaremos a algún jefe comunal denunciando que a su ciudad no le llegaban obras o lo discriminaban por ser de otro partido político al del gobernador o el presidente. Una práctica que innegablemente en algún momento existió y que a los dichos del intendente loberense, no sucede en la actualidad. Eso es crecer, evolucionar favorablemente y son los actitudes que se esperan para poder ir dejando atrás esta división que le impide a nuestro dirigentes llegar a consensos, la cual no se resolverá sólo expresando el deseo de hacerlo, sino con actitudes responsables y serias.
Los que esperaban miradas desafiantes, gestos adustos o agresiones verbales, no las encontraron, por el contrario, hubo un mutuo trato amable y de afecto que todos deberíamos tratar de imitar.
¿Esto implica cambiar la opinión o la mirada que tenemos respecto de un gobernante? En absoluto, sólo se trata de ser respetuosos del pensamiento de los demás. Ese respeto les permitirá a los dirigentes construir consensos y acuerdos elementales que devengan en verdaderas políticas de estado. Y a nosotros, los ciudadanos, nos posibilitará tener una sana convivencia, cada uno con nuestras ideas.
Debemos atrevernos a asumir este desafío, para comenzar a construir un país y una sociedad diferente a la actual, en la que los acuerdos no se conviertan en objetivos inalcanzables. Actitudes como las de Kicillof y Fioramonti deberían servirnos de ejemplo.
Carlos Laboranti, director ejecutivo