Hace pocos meses cumplimos un año del inicio de la pandemia que cambio muchas cosas en la humanidad, una nueva historia se escribía. Este año, en un principio sorprendente y real, es el punto de partida hacia lo que viene para construir esa misteriosa utopía llamada por ahora “nueva normalidad”.
Este es el momento de repasar lo aprendido en el 2020, de actualizar las herramientas existenciales, de revisar sincera, honesta y conscientemente aquello que aprendimos de esta experiencia imprevista y de este tiempo incierto. Un ejercicio necesario para la construcción del porvenir y seguramente también sorprendente, porque puede mostrarnos cuántas herramientas internas había en nosotros, cuánta creatividad y también cuánta ignorada sabiduría.
Nos ha tocado empezar de nuevo en muchos aspectos de nuestras vidas. Lo hemos hecho con recursos internos y externos, propios y adquiridos, que quizás no sospechábamos tener. Se suele decir que en toda crisis hay una oportunidad. Se dice también que no hay mal que por bien no venga, que las situaciones extremas, dramáticas o trágicas se nos presentan para algo.Nos aferramos a estas creencias mientras buscamos certezas en la incertidumbre, explicaciones a lo inexplicable y tranquilidad en la inquietud
Somos humanos. Nos cuesta aceptar que habitamos en un infinito mundo de lo incierto. Y que, dentro de ese mundo, es muy poco lo que controlamos. Pero puede ser cierto lo de las oportunidades, lo de los bienes ocultos en los males, lo del “para algo será” de las circunstancias extremas.
Así las cosas, en estainesperada y compleja historia que comenzó un año atrás se nos ofreció la oportunidad de aprender mucho acerca de cada uno de nosotros en particular y de la existencia en general.
Hemos aprendido a ejercitar el arte de la paciencia, olvidado en la era de la aceleración, de la velocidad sin destino, de la ansiedad. No hay frutos donde no hay paciencia, ocurre en la naturaleza y en la vida humana.
Aprender acerca de la paciencia es aprender acerca de los límites. Se había hecho costumbre no aceptarlos, transgredirlos, forzarlos. Y los límites nos enseñan a valorar lo conseguido, porque si todo fuera posible nada tendría valor. Ahora que nos sabemos limitados somos más libres, aun confinados. Porque la libertad consiste en aprender a elegir tras aceptar que todo no se puede, y a hacerse responsable de las propias elecciones.
En este año se nos ofreció el aprendizaje de la humildad. No somos los reyes del universo, ni los dueños del planeta, sino solo una parte de él, la parte de un todo que solo tiene significado cuando no se aparta de él.
Por Carlos Laboranti, presidente