Un viaje a la imaginación: la lectura

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“Un día leí un libro y mi vida entera cambió”. Pocas frases más cortas y precisas para explicar el valor de la lectura. Dicen que a la lectura sólo hay que dedicarle los ratos perdidos, que se pierde vida mientras se lee. Lo cierto es que, agradable pasatiempo para muchos, obligación para otros, leer es un beneficioso ejercicio mental. Rendir culto al cuerpo está de moda, pero ¿y dedicar tiempo al cultivo de la mente? Al igual que nos cuidamos y vamos cada vez más al gimnasio, deberíamos dedicar media hora diaria a la lectura. Favorecer la concentración y la empatía, prevenir la degeneración cognitiva y hasta predecir el éxito profesional son sólo algunos de los beneficios encubiertos de la lectura.
Leer y escribir son acaso los saltos más extraordinarios e inigualables en la evolución de la humanidad. Logros que parecen naturales y que, sin embargo, significaron atravesar imposibilidades hoy impensables para atender una necesidad esencial: la comunicación. Por la vía de la escritura y la lectura circulan emociones, ideas, sentimientos, fantasías, creencias, memoria, historia. Quien lee nunca está solo, viaja por el mundo conocido y por mundos desconocidos y vive otras vidas.
Ejercitar la mente mediante la lectura favorece la concentración. A pesar de que, tras su aprendizaje, la lectura parece un proceso que ocurre de forma innata en nuestra mente, leer es una actividad antinatural. El humano lector surgió de su constante lucha contra la distracción, porque el estado natural del cerebro tiende a despistarse ante cualquier nuevo estímulo. No estar alerta, según la psicología evolutiva, podía costar la vida de nuestros ancestros: si un cazador no atendía a los estímulos que lo rodeaban era devorado o moría de hambre por no saber localizar las fuentes de alimentos. Por ello, permanecer inmóvil concentrado en un proceso como la lectura es antinatural.
Hay que leer con intensidad, despacio, con cuidado, viviendo la vida de las palabras. Al cobrar vida cada palabra, la imaginación echa a volar. El poder de la mente es tan fuerte que recrea lo imaginado, activando las mismas áreas cerebrales que se accionarían si se ejecutara la acción en la realidad.
Se ha dicho con razón que quien sabe leer y no lee es tan ignorante como un analfabeto. O quizá más, porque el analfabeto carece de una herramienta que el otro desprecia. Y no vale el argumento de que permaneciendo horas sumergido en el mundo digital a través de pantallas se ejerce la lectura. La verdadera lectura involucra comprensión, imaginación, capacidad crítica y otros dones y capacidades que en las pantallas suelen brillar por su ausencia.
Carlos Laboranti – Director Ejecutivo.