Un día muy especial

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Este domingo se festeja un nuevo Día del Padre, posiblemente uno de los días, junto con el de la Madre, que más valoramos desde pequeños, pues se trataba de la jornada en la que homenajeábamos con regalos, besos y abrazos a lo más querido que teníamos.
Con el correr de los años y a medida que crecíamos, fuimos entendiendo que esa fecha tiene un importante sentido comercial, pero ello no generó que ese día dejara de ser muy especial. Al llegar a la juventud o adultez, nos pudimos permitir agasajarlo, siendo nosotros los que hacíamos el asado mientras compartíamos una charla de adultos.
Posiblemente a muchos les haya sucedido, como es mi caso, de ya no tenerlo para saludarlo en su día, aunque esa ausencia, que siempre duele, de alguna manera fue reemplazada por la llegada de quien me dio el título de papá y pasó a ser lo más importante de mi vida.
Durante décadas vivimos observando a nuestros padres, admirándolos, mirando su ejemplo, tomando sus consejos, aprendiendo de sus experiencias, las positivas y las negativas, de sus aciertos y errores.
Y un día, somos nosotros los que debemos tomar esa hermosa responsabilidad de ser papá, lo cual es un sentimiento único, indescriptible, donde uno empieza a disfrutar de cada logro suyo, de cada paso y a la vez sufrir ante cada caída o sinsabor que la vida le depare.
En los convulsionados momentos que se viven, con tantas demandas insatisfechas en el tejido social de nuestro país, más que nunca se hace muy necesario que la figura del padre se mantenga sólida, seguramente con un protagonismo distinto al que tenía tiempo atrás, pues la sociedad ha evolucionado y sus costumbres se han ido transformando. Lejos ha quedado aquél progenitor y proveedor, que salía a trabajar para mantener a su familia, mientras la mujer permanecía en casa al cuidado de los hijos.
Aquella sociedad tenía un marcado componente machista y patriarcal, que por suerte lentamente va quedando en el olvido, para poner el padre y a la madre en un grado de igualdad. Hoy la mujer trabaja a la par del hombre, que a su vez ha pasado a realizar muchas de las tareas hogareñas que en antaño eran “exclusivas” de su esposa.
El padre ha empezado a incursionar en tareas que antes no hacía, como llevar y traer a los chicos a la escuela, cambiarlos cuando son bebés o cocinar entre otras.
Incluso, si nos remontamos a décadas atrás, no era tan común que el padre expresara abiertamente sus sentimientos. Hoy ya nadie se sorprende de escuchar a un padre expresarle a su hijo que lo ama, darle un abrazo o exteriorizar con llanto su emoción por algún logro de su hijo o al compartir alguna tristeza.
Antiguamente, la figura del padre era de neta supremacía, ubicándoselo en una especie de pedestal, con una brecha demasiado grande con sus hijos y donde los vínculos eran más esquemáticos. Ese papel era tan exagerado como el que tienen hoy en día algunos padres en cuanto a pérdida de autoridad, a veces por buscar equívocamente la complacencia y aprobación.
En el momento actual, en muchos casos se han trastocado aspectos que hacen al sitial referencial que debe tener la figura paterna. Se ha perdido el necesario escalón que debe existir en la estructura familiar, para su natural y sano desarrollo.
Los ciclos de la vida son los que marcan la vida de una persona. Y en esa evolución, recién el hijo puede transformarse en amigo de su padre y entenderlo mucho mejor, cuando él mismo se transforma en padre. Es ese momento en el que éste puede comprender que una cosa es la amistad con un par y otra la relación entre padre e hijo.
El haber tenido un buen padre, allana la vida de cualquier persona. Le despeja conflictos y le marca un camino que ellos luego desarrollarán con su propia impronta y lo transmitirán a sus hijos.
En esta fecha que es del grupo familiar, vaya nuestro cálido saludo a todos los padres en su día.
Carlos Laboranti, director ejecutivo