Un cambio necesario

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Desde hace años, hay una coincidencia en la dirigencia política y en la comunidad en general, acerca de cómo se ha deteriorado la Educación en nuestro país, la cual no tiene la calidad que supo tener en décadas pasadas.
En las charlas familiares o de amigos, quienes hemos pasado ya los 50 años de edad, solemos recordar la preparación y la exigencia de los educadores de nuestra época y en general terminamos coincidiendo en que “era una gran maestra” o exclamando “!qué gran profesor que tuve!”. La mayoría podemos coincidir en que aquellas personas nos marcaron para siempre.
Con el correr de los años, la Educación ha ido perdiendo calidad de enseñanza y esto tiene varios responsables, entre ellos las familias, que elijo poner en principio para hacerme cargo como padre y no sacarme el lazo. Cuando justificamos una mala conducta de nuestro hijo, cuando nos enojamos con un maestro o profesor porque le puso un llamado de atención o una mala nota (más allá de que no desconozco de que ocurren injusticias sobre las que uno debe intervenir sin dudas), no estamos colaborando con una mejora en la Educación.
Claro está que en la cadena de responsabilidades, sin lugar a dudas que también están los gobernantes, los gremios, los maestros y profesores. Pero este editorial no busca encontrar culpables.
Este comentario surge a partir de la noticia que se conoció en la semana, que el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires impulsa grandes cambios en la educación secundaria a partir del año próximo.
En principio, si en estos años tanto hemos criticado el funcionamiento del actual sistema educativo, es evidente que era necesario un cambio, por lo que en principio es una buena noticia que se haya comenzado a trabajar en tal sentido.
Eliminación de la repitencia, intensificar o recursar materias adeudadas y la vuelta a la calificación con números, son algunos de los cambios anunciados que han generado distintas miradas tanto en la sociedad como en los especialistas, desde los que las ven con optimismo hasta los que los rechazan de plano.
Lo que está claro es que la derogación de la repitencia, la acreditación de saberes y la cursada por materias, suponen una transformación de la rígida estructura que durante décadas tuvo la educación secundaria y que de alguna manera tiene cierta similitud al sistema universitario, lo que parece positivo para ir preparando a los estudiantes.
Parece muy lógico que los alumnos no recursen las materias ya aprobadas, aunque a su vez supone una incoherencia con que se cursen las correlativas de las no aprobadas.
Por lo pronto, y cuando aún faltan unos nueve meses en que se ponga en marcha este sistema, es claro que estamos ante un cambio de paradigma que exigirá mucha responsabilidad de toda la comunidad educativa que integran directivos, docentes, familias y estudiantes.
En ese sentido, es acertada la medida de anunciar con anticipación los cambios, con capacitaciones a las escuelas para que puedan implementar la reforma sin contratiempos y para que los alumnos y las familias vayan familiarizándose con ellos.
Pero más allá de repitencia o no repitencia, de evaluación numérica o conceptual, lo que también es necesario poner en debate, son los contenidos curriculares, el modelo de las clases, las estrategias de enseñanza de los docentes y la asistencia regular a la escuela.
Los cambios anunciados son un primer paso y deseo desde lo más profundo que se obtengan los resultados deseados, logrando elevar los índices de calidad de enseñanza, que es lo que realmente hará que los estudiantes sean más exitosos en sus aprendizajes.
Carlos Laboranti, director ejecutivo.