Llegar a la tercera edad y encontrar que uno tiene el tiempo de poder viajar es algo que a muchos reconforta y hace soñar.
Anteriormente llegar a la vejez equivalía a quedarse en casa y buscar hobbies o quehaceres domésticos para hacer, pero esta perspectiva cambió gradualmente.
Hoy, muchos adultos mayores tienen el tiempo y la energía suficiente para planear viajes a aquellos lugares que por no contar con tiempo, cuidar a su familia o sobrecarga de ocupaciones no pudieron realizar en su etapa productiva.
Tan cierto es esto como que a aquellos que les sobran tiempo, ganas y energía, muchas veces les faltan los recursos económicos.
Y es aquí donde quiero destacar un programa que no es tan valorado como debería y que permitió que un contingente de 35 adultos mayores de San Cayetano viajaran y disfrutaran de varios días en la Unidad Turística de Embalse Río Tercero.
El alojamiento fue financiado por el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación, mientras que el transporte y la gastronomía estuvieron a cargo del municipio sancayetanense.
Estos vecinos pudieron realizar actividades recreativas en el hermoso predio donde se alojaban y visitaron (y en muchos casos conocieron) ciudades turísticas como Santa Rosa de Calamuchita, Villa General Belgrano y La Cumbrecita, recorriendo allí sus principales atractivos.
Esto abre un interesante debate, pues hay quienes creen que el Estado debe tener otro tipo de prioridades, pero en lo personal, creo que el dinero invertido en este tipo de programas, genera lo que justamente debe buscar cualquier gobierno; una mejora en la calidad de vida de le gente y, en este caso puntual, de los adultos mayores.
Los beneficios de viajar son múltiples y más que conocidos, pero los expertos afirman que en las personas mayores, son más importantes aún. Les permite interactuar con otros ambientes físicos, sociales y culturales que favorecen la actualización de las personas. Hay estudios que demuestran que viajar a través de programas especialmente diseñados para mayores reduce los síntomas depresivos y ansiosos, fortaleciendo la salud mental de la persona en cuestión. Favorece la atención, pues ir de un sitio a otro los mantiene alerta para no perderse ni un solo detalle de la experiencia. Mejora el carácter y su actitud ante la vida.
Y cuando esos viajes son, como en este caso, a través de programas grupales, los beneficios se multiplican, porque les permite crear vínculos sociales y compartir con otros el disfrute y la felicidad plena, estableciendo contacto con otras culturas y personas, más allá de su círculo de amigos y familiares.
Es por esto que creo que es un acto de absoluta justicia, que el Estado decida invertir en actividades turísticas para personas de la tercera edad, porque estos viajes no deben ser sólo para aquellos que cuentan con una buena jubilación o que han tenido la posibilidad de generar en sus años productivos un importante capital. Todos deben tener esta posibilidad y eso es lo que han permitido la Nación y el municipio.
Carlos Laboranti, director ejecutivo