Trastorno de pánico: Cuál es el mejor abordaje para diagnosticarlo y tratarlo

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(Shutterstock)

Por la licenciada Delfina Ailán (MN 75326), integrante del Departamento de Psicoterapia Cognitiva de INECO.

Una persona padece un trastorno de pánico cuando presenta uno o más episodios de miedo intenso y repentino (denominados ataques de pánico), junto a una ansiedad persistente o preocupación por la recurrencia de los mismos o la manera en la cual pueden repercutir en su vida cotidiana.

Entre algunos de los síntomas físicos y cognitivos que pueden identificarse en un episodio de pánico se encuentran: palpitaciones, sudoración, temblores, dificultad para respirar, sensaciones de ahogo/asfixia, mareos, inestabilidad, sensación de desmayo, escalofríos o sensaciones de calor, miedo de perder el control y de morir.

Los ataques de pánico suelen alcanzar su punto máximo de intensidad rápidamente y luego disminuyen aproximadamente a los diez o treinta minutos. Es importante aclarar que la repetición de este tipo de ataques no necesariamente determinará que quienes los experimentan terminen desarrollando un trastorno de pánico. Lo que provoca que estos ataques sean alarmantes es que se desarrollen en momentos en los cuales no hay un motivo real ante el cual se deba sentir miedo.

El principal propósito del pánico es protegernos del peligro. Es nuestro mecanismo de supervivencia e implica cambios físicos en nuestro cuerpo, pero las personas que presentan ataques de pánico tienen miedo a dichos síntomas físicos. En este sentido, los ataques de pánico representan «ansiedad por el miedo».

Licenciada Delfina Ailán

Cuando se siente mucha ansiedad o se evitan situaciones o eventos en los que se teme que ocurran ataques de pánico u otros síntomas físicos, hablamos de agorafobia. Estas situaciones se evitan porque la persona cree que le podría resultar difícil escapar o que no podría disponer de ayuda en caso de tener un ataque de pánico. Algunos ejemplos podrían ser: usar transporte público, permanecer en espacios abiertos amplios o en espacios cerrados, esperar en filas, estar en medio de una multitud de personas, y usar ascensores.

Se considera que la conjunción entre el estrés, los factores psicológicos y biológicos, puede generar vulnerabilidad a los ataques de pánico. En relación al estrés, se conoce que el mismo puede aumentar los niveles generales de tensión física y también disminuir la confianza que se tiene para afrontar la vida. De esa manera, incluso pequeños hechos cotidianos pueden tornarse más difíciles de manejar. Además, tener que lidiar con muchas tensiones negativas puede provocar que se perciba al mundo como un lugar amenazante o peligroso.

Con respecto a los factores psicológicos, se sabe que las personas con vulnerabilidad al pánico presentan ciertas creencias o pensamientos acerca de la peligrosidad de los síntomas físicos, llevándolos a padecer un miedo significativo a los mismos. Así, por ejemplo, la persona puede temer que el hecho de que sienta el corazón acelerado, o tenga dificultades para respirar, pueda significar la presencia de una enfermedad o que tenga un impacto significativo en su vida.

En cuanto a los factores biológicos, hay algunos de ellos que pueden ser heredados o transmitidos a través de los genes, pudiendo llevar a ciertas personas a heredar la tendencia a experimentar emociones negativas. Sin embargo, si bien esto aumenta las probabilidades de sufrir de un ataque o trastorno de pánico, no lo garantiza. Además, tal como se mencionó, es importante recordar que estos elementos interactúan con factores psicológicos y ambientales.

Actualmente, se conocen diversas terapias que pueden ayudar a las personas que atraviesan situaciones de pánico y ansiedad. Dentro de ellas, la que se presenta con mayor evidencia científica es la terapia cognitivo-conductual. En ese marco, desde el área de Salud Mental de INECO lanzaron el “Programa de Diagnóstico Acelerado y Tratamiento para el Trastorno de Pánico”, con objetivos y estrategias para el abordaje del trastorno, con o sin agorafobia, a través de la psicoterapia cognitivo conductual y de una serie de evaluaciones realizadas por profesionales de diferentes especialidades con amplia experiencia en la problemática.