El mundo vertiginoso y la sociedad competitiva en la que vivimos, muchas veces nos lleva a experimentar una grave problema que muchas veces es subestimado; el estrés. Y cuando el estrés aparece, la productividad decae.
Porque si bien un poco de presión es muy positiva para obtener resultados mejores y más rápidos, el estrés sostenido al que nos solemos ver sometidos en la vida laboral desemboca en desánimo, baja de productividad, dolores corporales y cambios en el humor y personalidad.
Es por eso que necesitamos periodos de descanso para relajarnos tras varios meses de estrés constante. Vaciarnos de ese agobio, nos permite recuperar nuestra paz mental y reconectar con nosotros mismos.
Es lo que mayormente sucede hacia fin de año y durante el verano. De la misma manera y en menor medida, también aguardamos el receso escolar que ocurre en julio, que habitualmente llamamos vacaciones de invierno y que suelen generar esos espacios de relax, descanso, esparcimiento y hasta algún viaje.
El problema suele surgir cuando los tan esperados días de descanso se terminan, pues la mayoría de las personas sufren algún tipo de angustia o añoranza por el ocio perdido.
Hoy las vacaciones de invierno llegan a su fin y eso supone volver a la rutina; volver a poner el despertador temprano, cumplir con la jornada laboral, pasar a buscar a los chicos por la escuela, llevarlos a alguna actividad extraescolar, etc..
Es razonable añorar el período de descanso, pero lo que no es lógico es que esa “añoranza” se transforme en algo más, como depresión, nerviosismo generalizado, desgano, irritabilidad o ansiedad.
Para mitigar o evitar de la mejor manera posible el estrés post vacacionales, es importante mantener ciertos hábitos: equilibrar en la agenda las horas de sueño, tener una alimentación balanceada, mantener tiempo de ocio y recreación, fijar períodos de tiempo dedicado al trabajo, estudio o demás obligaciones, y hacer ejercicio al menos tres veces a la semana. En la medida de lo posible, tomar períodos cortos de descanso durante el año.
También es recomendable resolver los problemas de a uno, dividiendo cada uno en diversos órdenes de complejidad, proponiendo una alternativa de solución para cada uno, eligiendo la opción más realista posible, o aprendiendo a aceptar que dicho problema no posee solución.
Para ello, es necesario cambiar la visión negativa o catastrófica sobre los acontecimientos por suceder, reemplazando esa mirada por otra más realista y mesurada a la hora de evaluar la realidad.
Y siempre recordar que no hay que intentar controlarlo todo; de hecho, es una tarea utópica.
En definitiva, como lo hemos repetido en diversas ocasiones, todo se trata de estar en equilibrio. Nos se puede vivir pensando permanentemente en el trabajo o en las distintas obligaciones, pero tampoco se puede pretender vivir permanentemente de vacaciones o aguardando su llegada.
Es vital lograr un equilibrio que nos permita manejar adecuadamente el estrés, ya que tal lo dicho al principio de este editorial, no debe ser subestimado, ya que puede resultar incapacitante para quien lo padece.
Carlos Laboranti, director ejecutivo.