Ser padres a través de los tiempos

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Más allá del sentido comercial que se le pueda dar a la fecha, en el día de hoy se celebra un nuevo Día del Padre, lo que invita a reflexionar sobre la importancia que éste tiene, no sólo a la hora de engendrar, sino en la formación de cada individuo.
Si se hurga en el diccionario acerca de la palabra padre, entre sus tantas acepciones aparecen la de primera persona de la Santísima Trinidad, o cabeza de una descendencia, familia o pueblo.
El padre es el eje de un grupo familiar. Junto a la madre el inicial eslabón de la célula base de una sociedad, que es precisamente la familia.
Es necesario y de gran importancia que ambos roles se complementen a lo largo de la vida del ser, vínculos indispensables para el desarrollo emocional, psicológico y social de los hijos.
En los convulsionados momentos que se viven, con tantas demandas insatisfechas en el tejido social de nuestro país, más que nunca se hace muy necesario que la figura del padre se mantenga sólida.
Si bien siempre el padre ha sido un pilar, su protagonismo ha variado a medida que la sociedad y sus costumbres se han ido transformando. Lejos ha quedado aquél progenitor y proveedor, que salía a trabajar para mantener a su familia, mientras la mujer permanecía en casa al cuidado de los hijos.
Aquella sociedad tenía un marcado componente machista y patriarcal, pero con el correr de los años los roles han ido cambiando: la mujer trabaja a la par del hombre, que a su vez desde hace ya varios años tiene una mayor intervención en la vida cotidiana de su grupo familiar.
El padre ha empezado a incursionar en tareas que antes no hacía, como llevar y traer a los chicos a la escuela, cambiarlos cuando son bebés o cocinar entre otras. Todas cuestiones relacionadas con la dinámica producida por el cambio social del que hablamos.
Otra de las cuestiones que ha conllevado esta alteración es el mayor acercamiento del padre con sus hijos, a veces desdibujando su figura cuando equivocadamente se transforma más en amigo que padre de sus descendientes. El otro extremo de los tiempos viejos.
Antes su figura era de neta supremacía, ubicándoselo en una especie de pedestal, con una brecha demasiado grande con sus hijos y donde los vínculos eran más esquemáticos. Ese papel era tan exagerado como el que tienen hoy en día algunos padres en cuanto a pérdida de autoridad, a veces por buscar equívocamente la complacencia y aprobación.
En el momento actual, en muchos casos se han trastocado aspectos que hacen al sitial referencial que debe tener la figura paterna. Se ha perdido el necesario escalón que debe existir en la estructura familiar, para su natural y sano desarrollo.
Los ciclos de la vida son los que marcan la vida de una persona. Y en esa evolución, recién el hijo puede transformarse en amigo de su padre y entenderlo mucho mejor, cuando él mismo se transforma en padre. Es ese momento en el que éste puede comprender que una cosa es la amistad con un par y otra la relación entre padre e hijo.
A su vez esta situación de la vida conlleva otro cambio: el padre se transforma en padre-abuelo y su hijo toma en su propia familia el rol que tuviera quien le diera la vida o lo criara, en caso de los padres adoptivos.
El haber tenido un buen padre allana la vida de cualquier persona. La forma, le despeja conflictos y le marca un camino que ellos luego desarrollarán con su propia impronta y lo transmitirá a sus hijos.
En lo personal, no tengo a mi padre físicamente a mi lado, pero él está presente cada minuto en mi corazón y recuerdo.
En esta fecha que es del grupo familiar, vaya nuestro cálido saludo a todos los padres de esta familia, que estamos construyendo cada semana a través de Sendero Regional.
Carlos Laboranti, director ejecutivo