Sandra Altolaguirre es fernandense, aunque cuando tenía tan sólo 8 años, junto a su familia dejó nuestra localidad.
Más allá de ello, siempre tiene muy presente a su Juan N. Fernández natal.
Sandra es psicóloga clínica, especialista en niños y adolscentes, y escribió un libro titulado “De orugas a mariposas” junto a su equipo, integrado por la también fernandense Griselda Pereyra, quien es poeta y licenciada en Ciencias de la Comunicación; la fotógrafa Carla Duarte, la trabajadora social Andrea Vitale y la escritora y enfermera, María del Carmen González.
Hace cinco años presentó su libro “Desde la Cuesta de la Infancia” en nuestra localidad y el 22 de julio, a las 17, en el Centro Cultural de Juan N. Fernández, hará lo propio con su nueva publicación.
Al respecto, Sandra Altolaguirre dialogó con Sendero Regional.
-¿Cómo surgió este libro y el acompañamiento de tu equipo de trabajo?
“Desde 1997, comencé a trabajar en el área de asistencia y prevención de diferentes tipos de violencia, sobre todo, hacia las mujeres y los niños. En el año 2010 ya había publicado otro libro similar, con el mismo formato, sobre Violencia de Género junto con la poeta Iris Rossi, “Ponte en mis zapatos” se llamó, donde participaron artistas plásticas locales también; además de otras publicaciones en revistas y diarios locales y de alcance nacional. Siempre me gustó escribir sobre problemáticas sociales y tengo muy en cuanta para todos mis trabajos la mirada artística.
Así es que en el año 2014, observando diferentes formas de maltrato hacia los niños, comencé a escribir, a investigar y a leer historias clínicas de mucho tiempo atrás y convoqué al equipo de trabajo. Con Andrea, compartimos otros espacios y sabía que ella trabajaba mucho en la defensa de los derechos de los niños, a Griselda la conocía en forma más personal, escribe muy lindos poemas, tiene otros libros de literatura publicados, con Carla habíamos compartido otros trabajos, como el lanzamiento de dos suplementos referidos a la prevención de la violencia en el noviazgo, y con María, también escritora y enfermera, hicimos talleres sobre la paz y los buenos tratos.
Por eso decía que para mí el arte es una herramienta muy útil a la hora de generar transformaciones en la sociedad, la literatura, las fotografías, llegan de un modo muy particular en este libro, te conmueve, te emociona, te hace pensar y reflexionar, y esa es la intención”.
-Una temática muy dura abordas.
“Sí, realmente es un tema complejo, duro, que tiene varias aristas, multiplicidad de factores, por eso hay que ser muy cuidadoso a la hora de abordarlos. Como dice la doctora Mabel Bianco en el prólogo, hay que ver caso por caso, no generalizar, porque las generalizaciones y los prejuicios son muy peligrosos. Lo que tenemos que hacer cada uno desde el lugar que nos toca es comprometernos, involucrarnos y saber que hay distintos niveles de violencia, que todos son punibles, pero como ella dice, no todos de la misma forma. Hay violencias que son emocionales, psicológicas, físicas, hasta el más grave de las violencias que es el abuso sexual infantil. Para poder diagnosticar necesitamos capacitarnos, formarnos, para hacer una buena derivación u orientación si el problema así lo requiere. Hay violencias que son muy sutiles, veo mucho en el consultorio estos tironeos de padres separados, donde el chico queda en medio de esas trifulcas y eso, también es violencia, indirecta, porque son testigos, pero violencia al fin. Por ello, el libro, cuestiona un poco a ciertas mujeres-madres; sabemos que estadísticamente son los varones los que ejercen la mayoría de los abusos, pero también hay mujeres que maltratan a sus hijos de manera más sutil y esto también lo quisimos exponer.
-¿Por qué el nombre?
“De orugas a mariposas” lo elegimos entre todas. Habla un poco del proceso de transformación de la oruga, una forma simbólica, donde por supuesto en la mariposa se debe a una trasformación natural, pero nosotros quisimos decir que los niños para que puedan crecerles alas y vivir en paz, necesitan de todos nosotros, de las instituciones, de la Justicia. Sin justicia, no hay paz”.
-¿Qué propósito perseguiste con este libro?
“Nuestro propósito fue concientizar y sensibilizar a todos los actores sociales. Interrogar sobre las prácticas y las intervenciones. Tener en cuenta una manera más humanizada de intervenir, donde prime la empatía, la mirada. Cuando uno va a denunciar se encuentra con muchos escollos, a veces con personal que no está capacitado y juzga sin antes evaluar la situación. Ya lo dije, caso por caso. Eso requiere un fuerte compromiso. Hoy decía una colega “que ponemos mucho corazón, pero poca lapicera”, hay profesionales que no quieren escribir, que no quieren decir lo que ven y ahí la víctima cae en nuevas revictimizaciones”.
-¿Qué le puede provocar en quien lo lea si está viviendo una situación parecida?
“Lógicamente se va a sentir identificada, conmovida. Quizá eso le haga pedir ayuda o repensar su trabajo, si es un profesional o un docente, un juez u otro auxiliar de la Justicia. Si algo de eso se logra, objetivo cumplido”.
-¿Cómo sigue “De orugas a mariposas”?
“Esto no se acaba en un libro. Me pasó con el libro anterior, que después todos me llamaban para talleres. Acá la temática es diferente, porque uno puede trabajar con los niños para prevenir ciertas situaciones pero lo más rico es poder trabajar con otros profesionales, con docentes, con equipos y repensar las prácticas, pensar de qué manera podemos hacer algo si es que no lo estamos haciendo. Tenemos varias presentaciones en la zona también y quizá en el camino, quien dice, surge otro proyecto, otra idea, otro libro”.