Si bien desde hace años resido en Necochea, sabido es que nací y crecí en Lobería, localidad a la que viajo casi a diario y donde vive gran parte de mi familia.
Eso me permite conocer a la perfección la idiosincrasia de la ciudad en cuanto a la manera de vivir el deporte y en particular el fútbol. Si bien existen numerosos clubes, algunos de ellos con una larga y riquísima historia, básicamente Lobería se divide en dos: los de Jorge Newbery y los de Independiente.
Te puede gustar mucho o poco el fútbol, pero en Lobería o sos “Bicho colorado” o sos “Panza rayada”. Incluso aquellos hinchas de Huracán, Malaver, Alumni o alguna otra institución, tienen una preferencia entre los dos clubes mayoritarios de la ciudad.
Rojos y aurinegros tienen una historia de casi 100 años de rivalidad, jugando clásicos multitudinarios e inolvidables en la Liga Loberense de Fútbol y desde fines de la década del 80, por la Liga Necochea de Fútbol.
Se enfrentaron cientos de veces, jugaron finales por la liga local, partidos más o menos importantes, pero nunca tuvieron un mano a mano por la Liga Necochea como el que disputarán a partir de esta tarde, para definir quién pasa a la final del torneo.
Es por eso que desde hace una semana, Lobería está convulsionada, los dos partidos que se vienen son tema de charla obligada en los clubes, pero también en las confiterías, en los bancos, en las oficinas y hasta en las cenas familiares.
Se trata de un enfrentamiento histórico en el que se espera una cancha colmada. Nadie se quiere perder estos clásicos que se vienen, el de hoy en el estadio de Independiente y la revancha el próximo domingo en la cancha de Jorge Newbery. Si bien se trata de un paso en la búsqueda del premio mayor, que es ser campeón, este enfrentamiento tendrá características de una verdadera final y el ganador contará el triunfo como un título.
Es nuestro deseo que este espectáculo deportivo sea una verdadera fiesta del fútbol, que se viva con pasión, donde indefectiblemente unos disfrutarán de uno de los triunfos más importantes de su historia y otros sufrirán la derrota, pero sin perder de vista que se trata sólo de un juego, donde la única ausente debe ser la violencia. Está bien alentar, festejar, sufrir, abrazarse, consolarse, pero siempre sabiendo que el que está enfrente, sin importar los colores de la camiseta que lleva puesta, es nuestro vecino, compañero de trabajo, amigo o hasta hermano. ¡Que sea una fiesta!
Carlos Laboranti – Director ejecutivo