El crecimiento del sobrepeso y la obesidad a cifras cada vez más alarmantes es una situación que alcanza de igual manera a todos los países del mundo, y que tiene que ver con los hábitos de vida de estos tiempos, en una sociedad hiper globalizada. Según las últimas cifras oficiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 1.900 millones de adultos tienen sobrepeso, y más de 650 millones son obesos. El incremento parece no detenerse, dejando graves secuelas en la salud de las personas.
Esta situación, compleja por cierto, se debe a numerosos factores, que van desde el fácil acceso a los alimentos, el crecimiento de la comida industrializada, hasta la manera en la que la tecnología está reemplazando o simplificando numerosas actividades de nuestro día a día.
En general, los pacientes que realizan tratamientos para bajar de peso y que logran los resultados esperados, al suspender su dieta suelen recuperar el peso perdido y a veces, incluso, a ganar kilos extra. Esto se debe a varios factores, principalmente orgánicos (tendencia de nuestro organismo a intentar recuperar lo perdido, ahorrando energía mediante un enlentecimiento del metabolismo), y contextuales (influencia del entorno).
No estamos diciendo que tenemos excusas para no estar en nuestro peso correcto, porque el que toma la decisión de cuidarse logra los resultados; pero sí decimos que el mundo actual, y los hábitos de vida de estos tiempos, tienden a llevarnos al sobrepeso si es que no nos concientizamos y tomamos ciertas decisiones Vivimos en ‘sociedades obesogénicas’, es decir, que nos empujan de una u otra manera hacia el sobrepeso.
Existen cinco «enemigos» de la salud.
1- Tecnología y sedentarismo
Los avances tecnológicos fueron significativos en los últimos años, y permitieron que muchas áreas de nuestras vidas mejoren notablemente. Sin embargo, también nos llevaron a tomar una actitud sedentaria, ya que cada vez se necesitan menos acciones físicas para lograr los mismos resultados.
Y tras citar ejemplos como el advenimiento de la comida a domicilio, el control remoto que reemplazó los pasos que se daban para cambiar de canal, las compras de supermercado a un click de distancia y las escaleras mecánicas, se preguntó ¿cuánta actividad física el hombre dejó de realizar a causa de estas comodidades obtenidas?.
La OMS sugiere que mínimamente las personas caminen 10 mil pasos al día para tener un buen estado físico. Con el programa de podometría que viene incorporado en la mayoría de los celulares podemos darnos cuenta de que difícilmente llegamos a la meta, y que rara vez -en general- superamos los 4 mil a 5 mil pasos diarios. Y esto tiene que ver con lo que venimos diciendo: en lugar de ir al almacén pedimos por delivey; en lugar de levantarnos a prender el televisor lo accionamos con el control remoto; en vez de abrir el portón de casa utilizamos el control.
2- Días «más largos»
Otro de los factores que hicieron que el sobrepeso se incremente es la reducción de las horas de descanso o, visto desde otro punto de vista, la extensión de la jornada. A diferencia de cómo se vivía un siglo atrás, la luz eléctrica amplió significativamente la cantidad de horas activas del día, y esto nos lleva a dormir mucho menos que lo que dormían nuestros padres y abuelos. Esta situación tiene al menos dos implicancias muy negativas.
Por un lado, al dormir menos de siete horas (es el mínimo recomendado), alteramos la producción de dos hormonas muy importantes -la leptina y la grelina-. La primera de ellas es la encargada de indicarle al cuerpo la saciedad; la segunda, en tanto, es la que estimula la sensación de hambre, la cual se eleva cuando el descanso es insuficiente. Por eso es que cuando dormimos poco, al día siguiente solemos tener mucha más hambre de lo habitual, y comemos desmedidamente.
Por otro lado, al extender las jornadas, se alarga también el tiempo de exposición y acceso a los alimentos. Y si a esto se le suma la sobrecarga de las agendas, el incremento de los eventos sociales, se verá que a más cantidad de horas de actividad, mayor tiempo de acceso a la comida y mayores posibilidades de sobreingesta. Los ganaderos y agricultores, para engordar al animal, lo dejan con la luz prendida durante todo el día. Eso hace que el tiempo de exposición a la comida sea mayor y coman más. Y eso mismo pasa, a otra escala, con nosotros.
3- Estrés permanente
El estrés es uno de los signos de estos tiempos, y afecta a cada vez más personas, aún a niños. Cuando estamos permanentemente estresados se instala en nosotros un estado de tipo depresivo y nuestro cuerpo tiende a buscar algún tipo de gratificación externa para no deprimirse. Este tipo de gratificación puede ir desde la sobreingesta de alimentos, o más bien alimentos altos en grasas, hasta la dependencia a drogas duras. En otras palabras, a más estrés, mayor incremento de las chances de refugiarse en la sobrealimentación como vía de escape y gratificación.
4- Alimentos industrializados
Los alimentos industrializados simplificaron la vida sobremanera, pero también nos llevaron a situaciones de exceso de peso. Está comprobado que cuando se reemplaza la comida casera por otras más industrializadas del mismo tipo, se incorporan en promedio un 30% de calorías extras. Y el hecho de que estemos todo el día ocupados, tensionados, estresados, limita nuestro tiempo para elaborar comida casera, y comemos afuera o pedimos por delivery, agregando a nuestra dieta innecesarias calorías.
El marketing de los alimentos tiene también una incidencia muy grande en este aspecto. Cuando vamos a comprar a un supermercado, todo está finamente calculado para encontrarnos, a la altura de nuestros ojos, con ciertos alimentos que no son necesariamente los más saludables, pero que terminamos comprando. En los supermercados, incluso, se usa más luz blanca que amarilla, para que pestañemos menos e incrementemos el tiempo de exposición a los productos.
5- Estimulantes del apetito
De la mano del punto anterior, debemos destacar que numerosos alimentos industrializados tienen en su composición química estimulantes del apetito, los cuales realzan el sabor. El glutamato de sodio, por ejemplo, hace que el alimento que comemos afuera tenga un gusto superlativamente mayor que el de la comida casera. Cuando ingerimos esta sustancia, uno empieza a comer y le cuesta parar, convirtiéndose dicho alimento en adictivo.
El glutamato de sodio no es una sustancia prohibida, ya que su función es la de realzar el sabor de los alimentos. Sin embargo, una vez que empezamos a comer, nuestros receptores de gusto de la boca son estimulados por esta sustancia química, y se tornan más sensibles al sabor de la comida, lo que hace que sea muy difícil controlar el apetito.
Rubén Salcedo (MP 17.181) médico especialista en nutrición