Lo único que logrará el Gobierno con los nuevos congelamientos de precios es patear los problemas para adelante y acumular distorsiones. El problema de fondo, que es la elevada y persistente inflación, sigue sin ser encarado seriamente y esto complica más el panorama para 2022. Hoy la mayoría de los analistas económicos coincide que el 50% luce mucho más como un piso que como un techo para el año próximo.
Más allá de las críticas generalizadas, un congelamiento de precios como el que se quiere volver a implementar ahora podría servir si va acompañado de una política de shock para combatir en seco las causas que generan los altos índices inflacionarios. Así podría combatirse la denominada “inercia inflacionaria”, un fenómeno que aparece en todos los libros de texto: aunque las medidas económicas corrigen las distorsiones que generan ese fenómeno, los precios aumentan por un buen tiempo (por lo menos seis meses más) hasta que empiezan a reflejar los frutos de aquellas medidas. El ejemplo más claro fue la Convertibilidad de 1991. Pese a que se trató de un plan de estabilización que dio resultado muy rápido, los precios siguieron aumentando durante varios meses y se encarecieron notablemente en dólares a lo largo de aquel año.
Pero en este caso no hay nada de eso. Al contrario, la aceleración de la inflación en septiembre a 3,5% dejó en claro que la tendencia a la baja de los últimos cinco meses había sido puramente circunstancial. Es muy probable que hasta fin de año no se registren niveles inferiores al 3% mensual, más allá de las medidas artificiales que buscan ponerle un freno momentáneo.
El rebote de la inflación de septiembre a 3,5% demostró que la reducción de los cinco meses previos fue puramente circunstancial. No es difícil inferir que la inflación de 2022 difícilmente baje en relación a casi el 50% que se terminará registrando este año a pesar de todos los congelamientos
Más allá de las políticas que buscan controlar los precios cueste lo que cueste, no conseguirán el resultado esperado porque los motores que generan los aumentos de precios siguen todos encendidos e incluso aceleraron en los últimos meses. Esos motores son los siguientes:
– Mayor emisión monetaria para hacer frente al déficit fiscal. Aunque los primeros meses del año mostraron mayor estabilidad por mayores ingresos extraordinarios, en esta segunda parte del año reapareció el agujero de las cuentas públicas que se irá agrandando hasta fin de año. Esto requerirá de más emisión monetaria, que tiene efectos inflacionarios ante la baja demanda de dinero producto de la desconfianza.
– Fuerte aumento del déficit cuasifiscal por los intereses de las Leliq y pases pasivos: según estimó el economista Ramiro Castiñeira, de Econométrica, los pasivos monetarios le costarán al BCRA la impresionante cifra de 1,5 billones de pesos por año. Al tipo de cambio oficial son 15.000 millones de dólares, que exceden largamente lo que deberá pagar la Argentina por su deuda pública en 2022. Esta situación pone bajo la lupa el déficit cuasifiscal, que llegaría al 3% del PBI y se transforma en uno de los principales motores inflacionarios, como lo fue en buena parte de la década de 1980.
– Faltantes de productos importadores e insumos para la producción: las últimas medidas que endurecieron aún más el cepo cambiario están agravando los problemas de oferta en la economía. Muchos productos no están disponibles, otros tienen fuertes faltantes y en otros casos se consiguen en cantidades muy limitadas. La consecuencia de esto -en un contexto de aumento de demanda por suba de salarios y emisión- es un recrudecimiento de las remarcaciones de precios. Prácticamente no hay un solo sector de la economía que se salve de este fenómeno, que promete agravarse en los próximos meses, ante la necesidad del Central de cuidar las escasas reservas que le quedan.
– Congelamiento de combustibles, tarifas y dólar: se trata de otras medidas artificiales que buscaron a lo largo del año mejorar el poder adquisitivo de los salarios, pero no fueron suficientes. En todos los casos, y por distintas razones, el Gobierno tendrá que buscar una salida gradual para cada caso. En relación a los combustibles, la suba de los precios internacionales vuelve insostenible mantener los valores de la nafta más allá de fin de año. En cuanto a las tarifas, tampoco puede extenderse mucho más el congelamiento porque implica seguir aumentando los subsidios. Y, por último, el tipo de cambio ya es un hecho que se deslizará mucho más rápido (del 1% al 3% mensual) después de las elecciones. Todo esto contribuirá a varios puntos más de inflación en 2022.