La desconfianza entre los productores y el Gobierno genera acusaciones cruzadas que van subiendo de tono. El sector primario no solo no confía en el oficialismo y sus reglas de juego cambiantes; también mantiene un manto de duda sobre algunos eslabones de la cadena productiva que, según algunas de sus entidades, mantiene acuerdos que significan una intervención informal de los mercados granarios y de lácteos, más allá del de la carne vacuna, que está formalmente intervenido.
En ese sentido se pronunció la Sociedad Rural Argentina (SRA). En un duro comunicado la entidad aseguró que más allá de las normas que existen hoy sobre el mercado de la carne y ganado vacuno a partir de la limitación de exportaciones, “esta situación no escapa al resto de los mercados del sector como pueden ser los cereales y oleaginosas o los lácteos, ya que formal o informalmente, la mayoría presenta algún tipo de intervención. Por ejemplo, el maíz sufrió el cierre temporario del registro de exportaciones en enero de este año y durante las semanas posteriores tuvo períodos de funcionamiento anormal. O los lácteos que trabajan bajo un acuerdo alcanzado entre las usinas y el Gobierno”.
Según indicaron desde la entidad, que integra la Mesa de Enlace, en Argentina existen dos tipos de intervenciones en los mercados agropecuarios: las formales, como la ya mencionada de la carne vacuna, sujetas a una o más normas, y las informales, a partir de acuerdos entre el Gobierno y los privados, cuyos términos desconoce el resto de los eslabones, en especial, del sector primario, uno de los más perjudicados. Se dan así “autorregulaciones temporales” que implican el ingreso o retiro conjunto de los compradores del mercado. En general, esta clase de intervención busca asegurar mercadería para el mercado interno a un precio por debajo del internacional.
Al respecto, el presidente de la SRA, Nicolás Pino, indicó que “el funcionamiento transparente de los mercados, sin intervenciones de ningún tipo, es la única garantía que tiene el productor para que el precio de venta sea el que nos corresponde. Reclamamos la liberación de los mercados agropecuarios. Somos empresarios que necesitamos reglas claras, que no cambien en el medio de los ciclos de producción naturales” y agregó: “Pasó con el maíz a principios de año, después con la ganadería de carne y leche y hoy lo estamos percibiendo con el trigo”.
La salida o entrega pactada de los compradores, ya sean exportadores o molineros, interrumpe “la puja natural” por la mercadería y produce “falta de transparencia de los precios”. “Estos comportamientos generan ineficiencias económicas que dan espacio a transferencias de ingresos entre distintos eslabones de una cadena y derivan, tarde o temprano, en pérdida de confianza, caída de inversión, estancamiento, menor uso de tecnología y menor producción”.
El modus operandi y el impacto en los precios
Para el coordinador de la Comisión de Granos de la SRA, Santiago del Solar, esas transferencias se generan hacia eslabones de la cadena que tienen información privilegiada sobre cuándo se van a reanudar las ventas al exterior, en el caso de los exportadores. “Lo saben unos pocos y aprovechan para comprar en el momento que el mercado no está fluido, compran mucho más barato, declaran las exportaciones y sacan la diferencia. Históricamente esto se hizo con los ROE (mecanismo de permisos de exportaciones implementado durante el kirchnerismo), ahora está de manera informal, que evidentemente al estar alejados los productores no tenemos esa información del mercado”.
Del Solar, explicó así la dinámica de estas intervenciones y su impacto en los precios: “Hay momentos donde los exportadores se retiran, no por voluntad propia sino que hay un acuerdo que reconocieron públicamente con el Gobierno de no estar en el mercado comprando trigo, en este caso. Entonces, los productores no encuentran posibilidades de venderlo sino solamente al mercado interno, que compra a veces sí y a veces no y a veces dependiendo de las calidades. Eso también genera desconfianza, pero lo que pasa es que no hay una regulación escrita, sino que es un acuerdo que hace parte de la cadena. El productor queda afuera; no sabe qué se acordó y ni cuándo va a poder vender su trigo. Eso genera una caída en el precio del grano”.
Siguiendo en la misma línea, del Solar sostuvo que cuando el sector exportador se retira del mercado, el precio por el cereal negociado en el país, en este caso el trigo, se ubica por debajo del valor que se les paga a los productores de los países competidores de Argentina, el cual se encuentra, según la jerga de los operadores, “pisado”. Y al respecto, dijo: “Por ejemplo, el precio FOB o de exportación en el Golfo de México, en Estados Unidos, está a USD 340 la tonelada y el precio en Argentina está en USD 285, a lo que hay que restarles las retenciones y el cambio diferencial. Hay diferencias sustanciales, por lo cual, si el productor argentino tiene un precio menor al de sus competidores se reduce la posibilidad de comprar fertilizantes, insumo, ser competitivos. Es como que se le da 30 metros de ventaja en una carrera de 100 metros al productor canadiense, estadounidense o uruguayo”.