Miguel Calvo fue homenajeado en los 50 años del Club Amistad y Servicio

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Cuenta Julio Maya en sus crónicas, que corría el año 1967 y la comunidad dulcense seguía creando instituciones que creían necesarias para el mejor funcionamiento de su sociedad.

Fue así que Don Ceferino Jensen, junto a Svend Nielsen, contagiaron a otros vecinos de los principios y conceptos de la filosofía rotaria y el 1º de octubre de 1967, se les entrega la carta constituyente a todos los socios fundadores, habiendo obtenido el reconocimiento oficial cono Rotary Club La Dulce el 14 de julio de 1967.

Sigue diciendo Julio Maya, que en este grupo se arraigó ese deseo de perfeccionamiento de las relaciones humanas, a nivel nacional e internacional, como así también el interés de hacer de la amistad la razón de ser del Club.

Hace 50 años, uno de los socios que inició el Rotary Club La Dulce, fue Miguel Calvo, quien desde ese entonces viene haciendo un culto de la amistad y el servicio.

Mencionar el nombre Miguel Calvo, no solo en La Dulce sino en localidades cercanas a nuestro pueblo, es sinónimo del Club Amistad y Servicio. Es sinónimo de conducta intachable como comerciante y como persona. Sinónimo de respeto mutuo con sus empleados. Sinónimo de perseverancia, frente a los avatares de la economía, que a lo largo de su vida al frente de su negocio le tocaron sortear. Así y todo, siempre sus clientes encontraron facilidades de pago.

No existe institución en La Dulce que no haya contado con su aporte económico y moral, con su trabajo, su experiencia, sus conocimientos o su visión de futuro.

Quienes lo conocen, manifiestan su admiración y respeto, reconocen en él su espíritu y vocación de mantenerse firme en el negocio y su presencia en cada evento al que se lo convoque.

Junto a su entrañable compañera Pepa, fueron el alma del Club de Amistad y Servicio. Fue el impulsor el Banco Ortopédico, poniendo a disposición sus empleados, su tiempo y sus vehículos sólo para ayudar a quien lo necesite.

Pichón Calvo, como lo conocemos todos, recibió su merecido homenaje de parte de quienes comparten con él la maravillosa vocación de ayudar.

Estas palabras, con algunas intervenciones, fueron escritas por Amanda Piscitelli y leídas por Alicia Thomas durante el homenaje a Pichón.