La semana pasada, el mundo entero se vio conmovido por el tremendo terremoto que sufrió México, que dejó como saldo la triste cifra de más de 300 fallecidos.
El sismo tuvo una magnitud 7,1 en la escala de Richter, y se registró justamente en el día que se cumplían 32 años del terremoto que en 1985 se cobró miles de vidas.
El loberense Matías Morales, vive desde hace años en México y contó en primera persona la angustiante situación que le tocó vivir: “Fueron dos temblores a la vez, el epicentro de uno fue en Puebla y enseguida el otro en Morelos. El segundo fue el más complicado. En total habrá sido alrededor de un minuto, pero ese minuto parece que no termina más”.
Matías recordó que “en el momento del temblor fue muy complicado, porque yo estaba arriba, en la casa y empezó a temblar todo, se movían las lámparas, la mesa, las cosas del baño… Yo bajé corriendo y mientras iba bajando se empezó a mover más la escalera. Cuando bajé, agarré a los chicos, agarré el teléfono y cuando quise abrir la puerta, pero no podía porque las paredes se movían todas, como si fueran papeles. El piso también se movía mucho, fue algo tremendo. Mis hijos son chicos y se pusieron muy nerviosos. Yo les decía ’vamos a salir’ pero con los nervios me hacían fuerza. Antes había sentido temblores pero no de esta magnitud. La casa parecía saltar, cuando logré salir, los palos de luz y las plantas se movían, todos los vecinos gritando, mi vecina llorando con su bebé, el señor de enfrente con su hija también, pasaban chicos corriendo y llorando… Alrededor de mi casa quedaron paredones tirados, palos de luz, plantsa, la escuela y muchas casas están muy dañanas… Después cuando prendí la tele y vi lo que estaba sucediendo, no lo podía creer”.
Morales contó aún angustiado que “en el momento, en lo único que pensas es en que tu familia esté bien, y uno tuvo suerte, pero muchos no tuvieron esa suerte, porque se les vino un edificio abajo y no podes hacer nada. Justamente dos horas antes había habido un protocolo porque se cumplían 32 años del temblor del ’85 y cuando empezó todo, yo seguí ese protocolo. Cuando salí a la calle lo primero que me fijé fue estar lejos de un palo de luz, de una planta o de vidrios, pero realmente, en el momento, estando con tus hijos, no sabes para donde agarrar. A lo único que atiné fue a agarrar los chicos, el teléfono, y salir, pero se me hizo tan complicado. Después intentaba llamar a mi mujer y no me podía comunicar. Cuando pude hacerlo, me contó que en el edificio donde estaba ella se cayeron todos los muebles, computadoras, se rompieron los vidrios, y estuvo como seis horas para llegar a casa”.
El loberense indicó que “tengo muchos amigos argentinos viviendo acá y por suerte están todos bien, aunque algunos perdieron todo. En mi caso, la casa soportó bien, aunque la bodega dónde trabajo, sufrió muchos daños. En esa zona está todo destruido, edificios caídos, las calles partidas, como si hubiesen bombardeado. Yo soy empleado de la bodega y están todos los muebles rotos, los bafles, las luces, con todo lo que trabajamos. Estamos tratando de ordenar y arreglar, porque hay que seguir adelante”.
Pasados unos días del movimiento sísmico, reflexionó: “Lo importante es que nosotros estamos bien. En estos últimos días he dormido muy poco, por temor a que pase algo. Ahora estamos mejor, aunque queda el temor de que haya réplicas y que puedan seguir los temblores. Esperemos que no, acá los científicos de la UNAM dicen que no va a haber réplicas, pero queda el temor”.
A su vez, Matías fue crítico con el gobierno mexicano: “No está haciendo nada y los medios mienten mucho, hay mucha gente muerta. Hay muchos barrios totalmente destruidos. Lo único bueno es que por suerte la gente ayuda mucho. Hay mucha tristeza, la gente está mal. Hay muchos fallecidos, en una escuela murieron muchos chicos, hay gente que perdió todo, es tremendo lo que pasó, muy feo”.