Hoy se cumplen 36 años del comienzo de la guerra de Malvinas. Sergio Senyk tiene 55 años, nació en Capital Federal y es ex combatiente de la guerra. Desde hace algunos años vive en Necochea y lleva adelante la lucha por la memoria y el honor de aquellos soldados que marcharon a la isla el 2 de abril de 1982.
Su infancia estuvo marcada por momentos difíciles. Descendiente de polacos, cuando era pequeño perdió a sus padres y fue criado por sus tíos y desde temprana edad estuvo en un colegio pupilo. Su adolescencia fue tranquila, estudiaba y trabajaba. A los 18 años le tocó hacer el servicio militar y firmó como voluntario para hacer paracaidismo. En el año 1981 llegó a Córdoba y allí recibió un entrenamiento de paracaidista y de artillería. En febrero de 1982 obtuvo una licencia hasta la baja y volvió a Córdoba para buscar mi DNI. Sus planes eran terminar de estudiar el secundario y reencontrase con una joven muchacha que había conocido, quien luego sería su esposa, pero todo cambió rotundamente para ese joven de 19 años a comienzos de1982.
“Cuando llegamos a Córdoba, quedamos acuartelados, había movimientos extraños pero no sabíamos bien que estaba sucediendo. Finalmente el 2 de abril se produjo el desembarco y ahí nos movilizaron. En mi batería, la mayoría se ofreció de voluntario para ir al combate. Teníamos el orgullo de ser paracaidistas y éramos muy jóvenes, nos queríamos comer el mundo y sentíamos que todo esto era una aventura”, cuenta Sergio.
Cuando llegaron a Comodoro Rivadavia, se encontraron con el resto de los soldados que llegan de todas partes del país. La organización y la logística no era la apropiada para trasladar a los combatientes a la isla. “Estuvimos una noche ahí y ya sentíamos el frío del sur. Me fui a dormir a una panadería que estaba calentita y me acosté sobre unas bolsas de harina. A los dos días volamos y lo que recuerdo muy bien es la belleza que se veía desde las alturas. Cuando arribamos tuvimos que hacer trincheras para refugiarnos y dormir. Teníamos carpas pero no eran aptas para el frío, muy básicas y si recibíamos un bombardeo era imposible sobrevivir”, explica el ex combatiente.
El 1 de mayo Sergio vivió su primer acercamiento con la guerra. “Habíamos terminando de comer y estaba lavando el plato de acero en la playa. Frente a mi tenía un buque argentino y mientras lo observaba, escucho que gritan “alerta roja”. Eso significa que habrá un ataque aéreo. No le preste atención y seguí lavando el plato, cuando levanté la vista ví que dos aviones ingleses que le tiraban misiles al barco”.
Las cosas se fueron complicando para los soldados a medida que transcurrían los días. A Sergio y sus compañeros al poco tiempo los trasladaron. Por las noches recibían ataques de fuego de los barcos ingleses. El objetivo era cansar a los soldados argentinos durante la noche. “Esa fue la primera vez que muchos de nosotros sentimos miedo. Una noche dormía en una cueva que había hecho, no se veía nada y no teníamos linternas. Un proyectil cayó al lado mío y quedé aturdido, no podía escuchar del odio derecho. A la madrugada, vi que mi carpa estaba destrozada y que la onda expansiva me había reventado el tímpano. Es fue la primera vez que sentí que quizás no volvería con vida”.
Poco a poco, los jóvenes combatientes empezaron a atravesar la instancia de supervivencia. Los heridos de guerra era cada vez más, el frio se hacía notar cada día y la comida comenzaba a escasear. “Había alimentos pero muy pocos. Un día me fui hasta Puerto Argentino y entré a una casa que estaba abandonada y me llevé comida enlatada”.
Unos días antes de que termine la guerra, Sergio fue trasladado al hospital de puerto argentino para que le curaran las heridas. Luego fue trasladado a Comodoro Rivadavia. “Lo que más disfruté cuando llegué al continente fue la ducha que me dí. Hacía 60 días que no me bañaba”. Cuando fue trasladado a Campo de Mayo en Buenos Aires, la guerra ya había terminado.
Después del final de esa difícil etapa, comenzó otra vinculada al inicio de una nueva vida marcada por los recuerdos y la indiferencia de los argentinos hacia los ex combatientes. “Una de las cosas más duras fue que no conseguíamos trabajo. Tuve la suerte que un grupo de croatas dueños de una metalurgia, que habían estado en la Segunda Guerra Mundial, me dieron mi primer trabajo”.
Al poco tiempo Sergio se reencontró con Iris y concretó aquel encuentro coartado por el inicio de la guerra. A los dos años se casó con ella y tuvo tres hijos. “Fueron años difíciles, el apoyo familiar fue fundamental. También aboque mi vida al deporte, eso me ayudó muchísimo”, reflexiona Sergio.
El 2 de abril de 2018 está marcado por el reconocimiento de más de 90 solados identificados en las tumbas de las islas. “Este hecho es muy importante. Junto a mis compañeros llevamos adelante una lucha constante para que nuestros derechos sean reconocidos. También intentamos transmitir el gen de Malvinas y rescatar los hechos heroicos de los ex combatientes. Revalorizar aquellos que dejaron todo y dieron todo por nuestra patria”, concluye Sergio.