Por Juan José Barrena, pediatra.
Con la llegada de la primavera también comienzan a reagudizarse los cuadros de rinitis alérgica en niños.
La rinitis alérgica (RA) se define como una inflamación de la mucosa nasal mediada por inmunoglobulinas del tipo IgE después de la exposición a un determinado alérgeno en personas previamente sensibilizadas. Esto quiere decir que ciertas personas se encuentran predispuestas a padecer esta patología.
Los síntomas característicos incluyen prurito nasal, rinorrea, estornudos y congestión nasal, que pueden acompañarse de síntomas óticos, faríngeos y con mucha frecuencia, síntomas oculares como conjuntivitis, prurito ocular y lagrimeo.
Afecta a un alto porcentaje de la población, siendo muchas veces poco diagnosticada o infravalorada, ya que la frecuencia de los síntomas produce acostumbramiento del paciente y su familia.
La RA tiene gran importancia por el impacto que produce sobre la calidad de vida, produciendo alteraciones del sueño, problemas de conducta, ansiedad, cefaleas, falta de atención, problemas de aprendizaje, somnolencia diurna y afectando al rendimiento escolar o laboral en adolescentes.
Los ácaros del polvo y los pólenes son los alérgenos más importantes que desencadenan los síntomas de alergia. Los pólenes son los responsable de las reagudizaciones estacionales.
Los últimos consensos han modificado la clasificación por su duración en “intermitente” o “persistente” y por otro lado teniendo en cuenta al impacto sobre la calidad de vida en leve, moderada y grave.
Hay cuadros como el Asma y la Dermatitis Atópica que tienen alta asociación con la presencia de rinitis alérgica.
El diagnóstico de la RA es fundamentalmente clínico, llegando al mismo con una adecuada anamnesis, donde se deben tener en cuenta, la exposición a desencadenantes ambientales como pólenes y presencia de animales en casa, principalmente gatos. Se debe conocer a través del interrogatorio el entorno del niño, tanto en las condiciones del hogar, sino también del colegio y posibles segundas residencias (abuelos, cuidadores,etc).
Sugieren posible causa alérgica los siguientes datos: estacionalidad, prurito nasal, ocular, faríngeo, persistencia de síntomas catarrales (rinorrea acuosa) en ausencia de fiebre (aunque con el tiempo puede sobreinfectarse), influencia de los cambios ambientales (viajes, obras, animales…), y antecedentes personales o familiares de atopia, asociación de asma y/o dermatitis atópica y/o alergia alimentaria.
El síntoma predominante es el prurito nasal. Otros síntomas y signos frecuentes son: rinorrea acuosa bilateral anterior y posterior, congestión u obstrucción nasal, estornudos (en salvas), síntomas oculares como prurito ocular, conjuntivitis, lagrimeo (mucoide, sin legaña) hasta anosmia, entre otros síntomas.
Se pueden utilizar estudios diagnósticos inespecíficos como el dosaje de IgE u otros más específicos como el Prick test, donde se pueden identificar los alérgenos.
Cabe destacar que la mayoría de estos son de tipo ambiental por lo que es muy difícil apartarlos de la vida diaria.
El tratamiento en las reagudizaciones siempre es sintomático con diferentes líneas de medicamentos.
También existen tratamientos preventivos que se pueden realizar con muy buenos resultados, mejorando notablemente la calidad de vida de los pacientes.
Por tratarse de una patología recidivante, directamente relacionada con la exposición al alérgeno, es fundamental la educación del paciente no sólo para realizar un óptimo control sino también en el uso de su medicación.
El paciente y su familia debe aprender a identificar la sintomatología e instaurar un tratamiento precoz, siempre con indicación medica y evitando la automedicación.
El tratamiento mas eficaz es el preventivo.