La Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo este miércoles que el coronavirus causante del COVID-19 ya puede definirse como una “pandemia”, después de que el número de casos afectados fuera de China se haya multiplicado por 13 en dos semanas y en ese periodo los países afectados se hayan triplicado.
“La OMS estima que el COVID-19 puede ser caracterizado como una pandemia”, expresó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“Podemos esperar que el número de casos, de decesos y de países afectados aumente” en los próximos días y semanas, agregó.
Luego sostuvo que la OMS estuvo evaluando el brote durante todo el día. “Estamos profundamente preocupados tanto por los niveles alarmantes de propagación y gravedad, como por los niveles alarmantes de inacción”, subrayó.
La enfermedad ya llegó a al menos 120 países y amenaza a los sistemas de salud menos desarrollados. Si bien la cantidad de contagios comenzó a declinar en China, país donde se originó el brote, los infectados están en alza en varios continentes y la cifra total supera ampliamente a los 100.000.
Los gobiernos analizan tomar medidas más drásticas para frenar el avance de la cepa, que aunque no tiene una alta tasa de mortalidad, presenta dificultades para una temprana detección que ayude a frenar la propagación.
En América Latina, el avance de la enfermedad puso en alerta a los gobiernos de la región dado que ya son 14 países los que reportaron casos confirmados. Brasil es el que más infectados tiene hasta el momento (34) pero no registra muertes, como si sucedió en Argentina y Panamá (un fallecido en cada país). En total, hay 144 personas infectadas en toda Latinoamérica.
Hasta el momento, ya provocó la muerte de más de 1.100 personas fuera de China continental, donde el brote ya se cobró más de 3.100 víctimas fatales.
Qué implica la pandemia
Declarar una infección como pandemia implica reconocer la circulación amplia y sostenida del agente infeccioso en varios países. Sin embargo, esta definición no dice nada acerca de la gravedad de la enfermedad y esta, en muchas ocasiones, tiene que ver más con la percepción social que con las consecuencias clínicas.
Las estimaciones actuales de mortalidad asociada al nuevo coronavirus lo sitúan en un rango parecido al de otras infecciones respiratorias serias causadas por virus. Igual que la gripe, afecta especialmente a personas con otras patologías, con sistemas inmunitarios comprometidos o de avanzada edad.
Más preocupante en países en vías de desarrollo
No cabe duda de que el diagnóstico precoz y el tratamiento temprano ayudan a superar la infección. Estas condiciones varían de unos países a otros, siendo preocupante, en este sentido, la situación de países con menor desarrollo económico o con sistemas sanitarios poco eficaces. Muchos de estos países se concentran geográficamente en el continente africano, lo que haría difícilmente controlable la situación en el caso de que el virus llegase a circular allí.
Pero hay otros factores que influyen en la expansión del virus y su incidencia sobre la población, como son el clima y la estacionalidad (los coronavirus suelen tener una circulación estacional, preferentemente en invierno), y la estructura demográfica de la población. Concretamente, cuanto más joven es una población más benigna resulta la enfermedad, lo contrario que cuando predominan las personas de avanzada edad. La estructura de edad de los países africanos es muy diferente de la del continente europeo o de China.
No se puede contener, sí mitigar
Otra cuestión que conviene plantearse es qué medidas podemos adoptar para contener una epidemia. La respuesta es rápida: ninguna. Aunque en otras circunstancias y con otros virus han funcionado más que razonablemente (por ejemplo, en el brote de ébola en África occidental de 2014), las sociedades actuales no tienen suficientes elementos de control de la población y de sus movimientos para impedir completamente la circulación de un virus con las características de este que nos ocupa.
Las autoridades chinas, imponiendo una muy estricta cuarentena (quizás demasiado tardía), no han logrado contener la dispersión del virus, es cierto. Pero sí la han retrasado. Y han proporcionando un tiempo precioso a otros países para prepararse para la que se avecina.
Pero, si no se puede contener, ¿qué cabe hacer? Debemos cambiar el foco: en vez de contener, nos debemos esforzar en mitigar. Aceptemos que tendremos que convivir con el virus durante un tiempo. Aún es muy pronto para saber si desaparecerá a lo largo del año o si alcanzará un nivel suficiente para asentarse como un nuevo agente infeccioso en la población humana. Pero preparémonos para que sus consecuencias sean lo más leves posibles.
Hay que hacerlo a todos los niveles. A nivel individual, adoptando medidas preventivas personales, como lavarse frecuentemente las manos, evitar las exposiciones a lugares o personas infectadas o vacunarnos cuando dispongamos de vacuna. Pero también con medidas de control de movimientos de la población, de cuya práctica inutilidad ya hemos hablado. Pasando por las invisibles pero muy eficaces medidas adoptadas por los sistemas sanitarios que incluyen la formación del personal, la disponibilidad de herramientas de diagnóstico rápido y de camas en hospitales para albergar aquellos casos en que sea requerido.