En los últimos años, se han multiplicado en Lobería los pequeños emprendimientos familiares de elaboración de alimentos. Pizzas caseras, tortas, chocolates, bombones, tortas fritas, dulces, alfajores, berlinesas y muchos otros platos dulces y salados, se pueden encontrar con facilidad simplemente abriendo Facebook, Instagram u otras redes sociales, que son un medio efectivo que los microemprendedores han encontrado para ofrecer sus productos.
Es verdad que la elaboración de productos alimenticios de manera casera genera una competencia extra a aquellas rotiserías, panaderías y confiterías que tienen sus habilitaciones al día, pero es tan cierto como que ha sido la manera que mucha gente ha encontrado para hacerle frente a la crisis económica.
Estos emprendimientos proliferaron mucho más este año con la cuarentena, cuando un número importante de personas se vio imposibilitada de realizar su trabajo habitual y utilizó el ingenio como manera de subsistencia, logrando el sustento económico para la familia.
Es a partir de lo que sostenemos anteriormente, a modo de introducción, que nos parece sumamente positivo el proyecto que puso en marcha la Municipalidad de Lobería, de construir una Sala Comunitaria de Elaboración de Alimentos, donde los emprendedores tengan un lugar seguro y con las condiciones higiénicas y bromatológicas necesarias, donde realizar sus productos.
Otra medida correcta que se ha tomado, es exigir a aquellas personas que elaborarán sus alimentos en la Sala Comunitaria, la realización de una capacitación en manipulación de alimentos, que se realizará durante 9 jornadas y estará a cargo de María Paz Arrech.
La sala permitirá que cada productor tenga un certificado del Registro Nacional de Establecimientos y tras un asesoramiento, poder estar en el Registro Nacional de Productos Alimenticios (RNPA), lo que a su vez posibilitará que los productos también puedan ser comercializados fuera del distrito.
Es por eso que desde este lugar deseamos destacar esta idea, que permitirá potenciar dichas iniciativas, siendo un primer paso para que los emprendedores puedan formalizar su actividad, además de poder darle a sus productos un sello de calidad que les permita crecer y por qué no, en un futuro, transformar ese microemprendiemiento en una empresa o en un comercio formal.
Carlos Laboranti – Director Ejecutivo