Por Eliana Noelia Segovia – Museóloga del Museo Histórico La Lobería Grande.
Quién sabe cómo comenzó la historia…. Con certeza puedo decir que Remo Maggiolo, nació en el espléndido municipio de Camogli, que con 23 años y algunos ahorros, tomó la decisión de emigrar a la Argentina en busca de un futuro mejor. Es probable que sus padres Manuel Maggiolo y Catalina Ferrari, destrozados por la determinación, lo acompañaran hasta el puerto de Génova desde donde emprendió en tercera clase, junto a 1.940 coterráneos, la travesía transoceánica hacia la tierra prometida en el barco Nord América. Fue un viaje de varias semanas, con escala en Río de Janeiro, Santos y Montevideo, hasta el ansiado desembarco en el puerto de Buenos Aires, el 10 de abril de 1.896.
Comerciante, con el espíritu de todo inmigrante, pensó en cómo aprovechar las maravillosas oportunidades que le ofrecía esta vastísima tierra. Quién sabe dónde, seguramente gracias a algún connacional, se enteró de las virtudes del pago y decidió embarcarse en el primer tren de Ferrocarril del Sud con destino a Lobería.
Se asentó en el naciente pueblo y, veinteañero y próspero, se convirtió en uno de los jóvenes más codiciados del lugar. Quizás en el paseo obligado de los domingos, en los alrededores de la Plaza Mitre y, mientras sonaban los acordes de la banda municipa,l la vio…
Encantado por la hermosa joven que se deleitaba con el doctor Bartrons, que ejecutaba piezas de verdadero sentimiento artístico, comenzó a seguirla hasta encontrar el valor, el que hacía falta en aquellos tiempos, para acercarse a una mujer distinguida como ella…hija del italiano Luis Piuzzi y de María Orssini
Se acercó mucho, compartieron paseos, bailes en el palacio municipal, reuniones familiares, funciones cinematográficas en el salón de la Sociedad Italiana y más… La joven se sintió favorecida y dichosa, porque él, le propuso llevarla a la parroquia. El enlace de los jóvenes Maggiolo-Piuzzi constituyó una de las notas sociales de la época. Cuentan que a la ceremonia religiosa, asistió una numerosa concurrencia y que presentaba el interior del templo un maravilloso aspecto, pues había sido adornado con exquisito gusto por la familia de la novia. Bendijo la unión el cura párroco Antonio Ramos que, como era habitual, autorizó a los recién casados a dejar herederos…
Para celebrar el matrimonio, por la noche, se reunieron las familias más distinguidas de la sociedad loberense (Andreoli, Elizate, Defferrari, Arce, Carrere y muchas más), en un magnífico baile que, espléndido en todo concepto, duró hasta la madrugada y finalizado, los contrayentes, marcharon en tren con destino a Buenos Aires, en donde permanecieron unos pocos días.
Felicidad efímera
A su regreso, Catalina embarazada, inauguró una nueva etapa en sus vidas. Pero la plena felicidad fue efímera. Con 25 años, al dar a luz a su hijo Atilio Rómulo, el 22 de marzo de 1.909, una infección pos parto le desencadenó una peritonitis que terminó con su vida, la madrugada del 1º de abril, lo que fue acreditado por el doctor Alfredo Treglia.
El inesperado deceso conmocionó a la comunidad, a tal punto que el diario La Aurora del Sur, en su edición del 10 de abril, en la sección necrológicas, expresó “cuando todo sonreía y auspiciaba felicidades y venturas, la sañuda parca llevó el dolor y el luto al hogar de nuestro convecino Remo Maggiolo, arrebatándole a su joven y amante compañera”.
Desolado por la pérdida, Maggiolo, de 36 años, al poco tiempo se embarcó a Italia y allí encargó al obrero marmolista Silvio Corsi una majestuosa escultura en homenaje a la mujer que amó y que dice “Esposa y madre afectuosa a su sacrosanta memoria como símbolo de amor y cariño dedican su esposo e hijos” y “Rendid culto a los que tanto os han amado”.
Con fecha 1º de julio, para poder emplazar la obra en el nuevo cementerio, solicitó autorización al Concejo Deliberante para comprar dos sepulturas a perpetuidad, ya que una sola era insuficiente.
Muchas son las voces del pueblo que han referido esta historia… vecinos que sabían o decían saber y otros que tan solo imaginaban cómo fue el amor entre los jóvenes y el infortunado final de la historia. Un amor inconmensurable que se percibe en una obra que emociona y conmueve.
Los restos de Remo, fallecido en 1.951, descansan junto a los de su amada en la bóveda familiar.
Es probable que haya un rastro de verdad en aquel rumor que apunta que al médico cirujano Atilio Rómulo Maggiolo, siempre le generó desasosiego la representación lograda por el artista. Sin embargo, a los loberenses, nos legó una historia que se intenta recuperar en estas líneas para que no sea olvidada, porque no merece que se olvide…