Por Luis Orlando Sánchez.
Fue grande y no se lo creyó. Hace treinta años se iba “Maneco” Bordeu, exquisito piloto, distinguido y admirado por sus rivales. El Turismo Carretera le permitió ganar amigos y compartir momentos. “Conseguí un título, pero jamás me sentí su dueño”, resaltaba más de una vez, quién potenció a la “Coloradita” de Balcarce, un ícono de la folklórica categoría.
Juan Manuel Bordeu, compartió sus primeros años en la estancia de la familia (La Peregrina) a pocos kilómetros de Mar del Plata y Balcarce por la ruta 226, luego se trasladó a Buenos Aires donde curso sus estudios primarios y secundarios, para posteriormente hacerlo alternadamente en ambos lugares.
El eximio piloto, hizo famosa la inolvidable coupé Chevrolet, de Balcarce, aquella “coloradita” que hizo vibrar a la ciudad bonaerense, a la zona y al país. Con esa máquina enhebró la mayoría de sus victorias, incluido el Gran Premio del 64, y las nueve competencias del año 66 que le sirvieron para lograr el certamen.
Los primeros tiempos
El 19 de Diciembre de 1954, Juan M. Bordeu, desembarcaba con un Ford de TC, propiedad de Bruno Reynal O Connor, en la Vuelta de Mar del Plata, reservada para No ganadores.
El circuito se denominaba, General San Martin, con 140 kilómetros de recorrido, Mar del Plata, Mar del Sud, Miramar y nuevamente a la ciudad feliz, durante cinco vueltas, totalizando 700 kilómetros. No estaba mal para su debut como piloto, finalizando en el octavo lugar, el ganador resultó el piloto-preparador Juan Carlos Garavaglia.
Antes, en 1952, “Maneco” había acompañado a Jorge Olazábal en una Vuelta de Santa Fé.
Conquistas y experiencias
El 3 de Marzo de 1963, día que perdía la vida el múltiple campeón Juan Gálvez, en la Vuelta de Olavarría, hacia debutar a la “coloradita”, motorizada por “Toto” Fangio.
Bordeu tenía un especial respeto hacia los demás, supo llegar a la gloria, pero también debió superar momentos difíciles. Medido, pausado y de rico interior. Nunca se creyó que era grande.
El quíntuple Juan Manuel Fangio, fue un referente en su vida, no por los secretos de la conducción, sino por lo que aprendió del más grande, desde el respecto a la vida, a conocer y ubicarse con la gente, hasta mantener equilibrio en los actos cotidianos.
Sobre Fangio, “Maneco” reflexionaba “Cuando maneja Juan, me da vergüenza creerme corredor. Fangio y Oscar Gálvez, son dos grandes. Dos fueras de serie”.
Uno de sus fuertes desafíos fue correr en el viejo continente y lo hizo en la Fórmula Juniors Europea en 1959, corriendo en Montecarlo y ganando en el emblemático trazado de Monza. También lo hizo en Fórmula 2, y luego participó en la temporada internacional en nuestro país en 1966 y 1967 con un Brabham Cosworth de Fórmula 3, redondeando un loable trabajo en Córdoba el 5 de Febrero de 1967.
En el país, una de sus grandes apuestas, fue la conquista del 42º Gran Premio de Turismo Carretera del año 1964, con cinco etapas sobre casi cuatro mil kilómetros, como también la concreción del campeonato de T.C. del año 1966. En esa temporada lograba nada menos que nueve victorias, Hughes, Buenos Aires, General Pico (La Pampa), Chacabuco, Carlos Casares, Mar del Plata, Olavarría, Junín, y Mercedes, “quebrando” la dinastía de cuatro años de los ases de Olavarría, Dante y Torcuato Emiliozzi.
Después de conseguir la gloria máxima teceista, Bordeu, sostenía sobre el ansiado tributo, “Es una responsabilidad que hay que saber llevar con honor, cuando un título ha estado en poder de los Hnos Emiliozzi”. Siempre creí que hay que estar en cada cosa, en cada momento, y hacer de ese momento el mejor posible, expresiones de un hombre fiel a su estilo. “Necesitaba correr, y corrí, aspiré a ganar y lo conseguí. El automovilismo y el TC, me permitieron ganar muchos amigos, que me hicieron sentir acompañado”.
El día que el hombre llegó a la luna, el balcarceño por adopción, protagonizaba un grave accidente en el circuito de Los Cóndores, que terminó con algunas lesiones en la clavícula y en las costillas.
El 17 de Diciembre de 1972, en Zapala, fue su última carrera a bordo de un Dodge, arribando en el octavo lugar. Siempre y en charla de amigos, recordada a sus acompañantes, responsables de muchas conquistas como Alberto Lozano, y Hugo Sánchez que desde muy joven estaba dedicado a la “histórica colorada”.
En la ciudad de Buenos Aires se iba Juan Manuel Bordeu el 24 de Noviembre de 1990, cuando tenía mucho por entregar al automovilismo argentino, y al deporte nacional.
Uno de los grandes protagonistas de la época dorada de los carreteros, “Puede ser que el vicio de correr me haya robado muchas horas de mi vida”, reflexiones de un hombre integro, medido y de palabras calladas.
Fue un grande, con 21 triunfos en el Turismo Carretera, y a quedado su nombre grabado a fuego, dentro de los exitosos gladiadores de la categoría más popular de los argentinos.
Fangio modificó su estilo
Bordeu tuvo gran admiración y especial respeto por el quíntuple. “Conocí a Juan Manuel (Fangio) en un boliche de Chascomús, cuando iba para Mar del Plata, y paré para estirar las piernas. El lugar se llamaba “Tome y Traiga”. Salió a recibirme un amigo, Eduardo Larroca y me acercó a un señor que estaba de espaldas. ¿Cómo iba a imaginarme que allí iba a encontrar a Fangio? Empezamos a charlar, me dijo que mi nombre le sonaba. Le hablé que el automovilismo era mi búsqueda y me invito a pasar cuando quisiera por sus oficinas en Buenos Aires. Empecé a ir todos los días y una vez me dijo ¿Quiere venir conmigo a Europa? Como no iba a ir, estaba esperando un carta de presentación de Juan, y apareció esa posibilidad de llegar al viejo continente junto a él. Cuando llegamos a Milán, a Fangio lo aguardaban periodistas de muchos medios europeos. Me abrió muchas puertas, sin haberme visto manejar”, subrayaba “Maneco”. Ricas historias y vivencias, marcaron su trayectoria en el automovilismo. La relación con el legendario Juan Manuel Fangio resultaría decisiva para su futuro. Bordeu compró un auto Stanguellini de Fórmula Juniors y ocupó el tercer puesto en Montecarlo y Pau (Francia). Luego, el quíntuple lo llevó en una Ferrari Sport a Monza y le explicó algunos secretos del famoso escenario italiano, especialmente de la curva de Lesmo. ¿Sabe como me hizo ganar en Monza?, seguía explicando el balcarceño, “En esta curva hay que viajar muy fuerte, la arboleda que hay al fondo la hace parecer mucho más lenta, pero no es así, hay que animarse la primera vez y hacerla a fondo, apuntándole a un árbol muy alto. Sin levantar el pie, hasta encarar después lo que quedaba del curvón en diagonal. Si hacés así, en la vuelta siguiente te van a marcar dos segundos de ventaja. Y se fue para Caracas. El día de la carrera, no me animé en la primera vuelta, en la siguiente me tiré, llegué a esa curva en el pelotón e hice como me había indicado Fangio. Pisé y le apunte al árbol grande, allí en diagonal hacia la salida de la curva, veo que llevaba 100 metros al segundo. En la vuelta siguiente me marcaron 2″. Estiré la ventaja y gané esa carrera, premio Lotería de Monza. Lo primero que hice fue mandarle un telegrama a Caracas. Yo lo felicitaba a Fangio por todo lo que sabía”, recordaba “Maneco” hablando de su notable y eximio maestro.
Colin Chapman, de Lotus, puso sus ojos sobre él con la idea de llevarlo a la Fórmula Uno. El destino quiso que esa posibilidad se tronchara probando un Lotus Sport en Goodwood. “Venía a fondo en la recta cuando se rompió el tren delantero y salí despedido por el parabrisas, con una pierna hecha pedazos y la espalda en llagas. Pudo haber sido el último día de mi vida. También fue el momento en que perdí la oportunidad en la Formula Uno”, recordaría después.
El debut en la Fórmula Uno estaba prevista para el 10 de julio, en el Gran Premio de Silverstone y el mismo Fangio, iba a ser el largador oficial de la tradicional competencia.
La “coloradita” histórica
Un auto que marcó una etapa gloriosa en el automovilismo argentino, la emblemática “coloradita”, que nacía en 1962 en la ciudad de Venado Tuerto. Un día, el quíntuple Juan Manuel Fangio, paso a saludar a Marcos Ciani y le preguntó que iba a hacer con ese chasis modelo 46, que tenia en su taller y que había construido con el “Nene” Giovannoli. El “Sapito” estaba preparando un Dodge, para cambiar de marca en el Turismo Carretera.
El quíntuple confiaba en el joven Bordeu a quien había llevado a competir a Europa a fines de los ’50 y que por entonces se preparaba para iniciar su camino en la máxima categoría de Argentina.
La máquina adquirida por el “chueco” fue al taller de su hermano Rubén en Balcarce. Allí lo armaron junto a Ernesto Polverino, Alberto Lozano y al “tornero” Héctor Botalla, nacido en B. Juarez. Angel Colavita, integrante del equipo, les sugirió el color, un “rojo chino” de Duperial, que recién salía a la venta.
La primera vez que Bordeu compitió con esa cupé fue el 3 de marzo de 1963 en la Vuelta de Olavarría, competencia que ha quedado en los anales de la historia teceista, ese día el automovilismo perdía a su máximo referente, Juan Gálvez. Su primera victoria fue en la cuarta presentación, el 4 de Agosto de 1963 en la vuelta de Junín
Luego aparecieron cambios y modificaciones en el auto, cuando la categoría avanzaba, llegaban nuevos aires al TC, debiendo modificarse los vehículos utilizando la estructura original, con trompa mas baja y con una caída mas suave y pronunciada, también se debía producir un buche para los tres carburadores Weber de doble boca, y se modifica el parabrisas, utilizando el de Peugeot 404. La parte trasera fue totalmente modificada, siguiendo la línea de la Ferrari Dino.
El diseño y los cambios, estuvieron a cargo del chapista “Pinin” Elizalde (Taller Fangio) de Mar del Plata. Santo Costa, modificó la trompa y el parabrisas.
A partir de 1967, con la aparición de los nuevos compactos, todo comenzó a transformarse.
La temporada 1968 fue la última de Bordeu junto a La Coloradita. Apenas un 3º puesto en Buenos Aires detrás de las Liebres de Gastón Perkins y Eduardo Copello fue la última muestra de protagonismo de un auto que hizo los méritos suficientes como para dejar una huella imborrable en el Turismo Carretera.