Fibromialgia y Síndrome de Fatiga Crónica: De qué tratan estas condiciones

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Por doctora Jesica Fischer, médica psiquiatra y miembro del Departamento de Psiquiatría de INECO.

La semana pasada, puntualmente el 12 de mayo, se conmemoró el Día Mundial de la Fibromialgia y del Síndrome de Fatiga Crónica, fecha importante para concientizar a la población sobre estas condiciones que tienen un origen multifactorial y que afectan a diferentes pacientes.

La fibromialgia pertenece a un subgrupo de patologías denominadas síndromes sensitivos centrales, entre los cuales se incluye el síndrome de fatiga crónica, la migraña y cefalea tensional, el síndrome de intestino irritable, entre otros. Se trata de un cuadro clínico que tiene como manifestación más importante al dolor. El mismo se diferencia de otros dolores, dado que la actividad de ciertas neuronas es mayor y muchos estímulos pueden volverse dolorosos sin que exista ninguna lesión en los tejidos ni en el sistema nervioso. Además, las emociones y los pensamientos de cada persona condicionarán la intensidad del dolor, haciendo que éste se manifieste de manera diferente según el paciente.

El origen de dicha patología suele estar relacionado con una predisposición genética, algún trauma físico o emocional, infecciones, etcétera. Es importante reconocer que estas situaciones no desencadenan la enfermedad, sino que pueden precipitarla en una persona con cierta vulnerabilidad en la respuesta al estrés. Uno de los factores ambientales más influyentes en su origen es el estrés crónico. Los pacientes que poseen fibromialgia suelen experimentar, además de dolor, insomnio, ansiedad y depresión en hasta un 60 por ciento.

Esta condición afecta generalmente las diferentes áreas en las cuales el paciente se desarrolla: su ámbito laboral, social y familiar, al presentar falta de concentración, problemas para conciliar el sueño y un dolor constante que interfiere en el desarrollo de su vida cotidiana. Si bien la evolución de la enfermedad es crónica y por el momento no existe un tratamiento curativo, la calidad de vida del paciente y su pronóstico puede mejorar notablemente si se lo diagnostica precozmente y se le brinda un tratamiento interdisciplinario adecuado.

El diagnóstico es eminentemente clínico y puede que lleve varios años, ya que esta disfunción psiconeuroinmunoendócrina no se expresa en un análisis de sangre o una resonancia magnética, es por ello que una consulta precoz es importante. Algunos de los signos ante los cuales se debe estar alerta para poder identificarla son: agotamiento o fatiga, trastornos del sueño, trastornos cognitivos, dolor muscular, rigidez o debilidad corporal, sensibilidad ambiental (como la intolerancia a luces brillantes y ruidos), cefaleas, entumecimiento, mareos, entre otros. El dolor suele hacerse presente por más de 3 meses y comprometer ambos lados del cuerpo, por encima y por debajo de la cintura. Además, no suele ceder con reposo y empeora con el estrés y los cambios climáticos.

Por su parte, el Síndrome de Fatiga Crónica se caracteriza por producir un agotamiento extremo de más de 6 meses de evolución y presentar una dificultad al momento de recuperar energía tras realizar un esfuerzo, que puede ser de diferente grado, sin poder resolverlo mediante el descanso. De este modo, lleva a que el paciente sienta fatiga persistente, acompañada de síntomas inespecíficos, que comprometen la realización de sus actividades sociales, laborales y educativas.

Para el tratamiento es recomendable trabajar con diferentes disciplinas y métodos, tales como la Terapia cognitivo-conductual, el Mindfulness, la Kinesiología, entre otras. Además, realizar ejercicios aeróbicos, de fortalecimiento muscular y de estiramiento o flexibilidad, junto a técnicas de relajación, podrá aliviar la tensión muscular y reducir la ansiedad.

Los antidepresivos y los antiepilépticos pueden ayudar, en algunos casos, a reducir el dolor, mejorar el sueño, la calidad de vida, y disminuir la fatiga. Desde INECO, alentamos a los pacientes a consultar, para poder realizar una evaluación completa y orientarlos en cuanto al tratamiento recomendado.

La actividad física debe incorporarse lenta y progresivamente, ya que realizar cualquier ejercicio de forma brusca puede ser contraproducente.  Es de suma importancia brindar información clara a nuestros pacientes, psicoeducar, con el fin de adquirir un rol activo en su padecer, ya que la solución no es la toma de un fármaco solamente, se debe realizar un abordaje interdisciplinario y lograr cambios de hábitos, incluyendo la nutrición.