Es un sentimiento… que se puede explicar

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Estamos muy cerca de vivir un nuevo mundial y la selección argentina llega a Catar en un momento ideal desde lo futbolístico: un plantel que combina figuras históricas con una nueva generación de jugadores que ya sabe lo que es salir campeón de América. El equipo dirigido por Lionel Scaloni, tercero en el World Ranking FIFA, es uno de los candidatos al título por historia y por presente.
Argentina es una de las ocho selecciones que lograron consagrarse campeonas del mundo. Se quedó con el título en Argentina 1978 y México 1986. Además, disputó otras tres Finales a lo largo de la historia (Uruguay 1930, Italia 1990 y Brasil 2014). En cuanto a la cantidad de participaciones, se ubica en tercera posición: disputó 18 Mundiales, al igual que Italia, y detrás de Brasil (22) y Alemania (20). A su vez, en la tabla de posiciones histórica marcha cuarto, con 144 puntos
Pasión, folclore, aguante… eso representa el mundial para todos los argentinos, sin importar que tan fanáticos sean del futbol. En nuestro país, el mundo del fútbol desprende algo más que una simple copa mundial: se juegan el orgullo, la pasión, los deseos y ánimos de una sociedad tan afligida por la coyuntura actual.
Este torneo, que se juega cada cuatro años, nos lleva a una imagen que va más allá de un simple Mundial de futbol. Aquella imagen de los jugadores cantando el himno, que refracta todo el peregrinar de un partido al otro, de una fase a la otra, hasta el desenlace, nos refresca la memoria. Existe un recorrido, una multiplicidad de signos compartidos, esperados, que se contraponen con la velocidad digital del tiempo real en que eso mismo sucede. En semejante coyuntura, que apenas dura un mes, volvemos a la lentitud de la comunidad; por ese rato, dejamos de ser sujetos que rinden y producen, donde estamos inmersos todo el otro tiempo en que no se juega un mundial.
Porque el mundial nos lleva a pensar en un sentimiento que se puede explicar. Hinchar por un equipo nacional es emocionarse, entregarse alegremente a esa sujeción infantil del alma que llamamos fútbol. Emocionarse por el fútbol no es pensar, pero tiene relato y correlato. La emoción se desarrolla multilateralmente en cada jugada. Si lo miramos como un hecho psicológico, en un equipo de 11 jugadores, los partidos tienen una duración real de 90 minutos, pero cuando el fútbol se traslada al tablón, esa dimensión temporal se puede trasladar hasta el infinito. Esta cada vez más cerca de vivir una nueva copa del mundo y el fútbol se presenta como una práctica que permite justamente expresar la emotividad, los sueños, las pasiones, las expresiones políticas y económicas, llegando a ser un espejo de la sociedad.

 

Carlos Laboranti – Director Ejecutivo