Uno de los temas que ocupó grandes espacios en los medios de comunicación nacionales, fue la muerte de más de 20 personas y otras tantas que debieron ser hospitalizadas en la Provincia de Buenos Aires, por el consumo de cocaína adulterada.
Si bien la situación afectó puntualmente a las localidades de Hurlingham y Tres de Febrero, generó una gran conmoción en todo el país y puso sobre la mesa nuevamente el flagelo de las drogas, más allá de si en este caso, el alcaloide estaba mezclado con algún tipo de veneno o «fraccionado» con alguna otra sustancia.
Esta cocaína adulterada, se cobró la vida de 23 personas en apenas unas horas, aunque no debe dejar de repetirse que la droga siempre mata; envenenada o no, termina arruinando la vida de las personas que más tarde o más temprano, terminan tocando fondo, en un hospital, en una cárcel o en un cementerio.
La situación vivida esta semana, permitió escuchar decenas de testimonios de familiares de adictos, contando el calvario que les toca vivir a diario, viendo morir de a poco a seres queridos que atraviesan esta enfermedad.
Y una vez más, las autoridades y dirigentes de nuestro país nos hicieron sentir que no están a la altura de las circunstancias. Nuevamente tuvimos que ver y escuchar a nuestra clase política más preocupada por tener la razón, lograr notoriedad o sacar provecho de la situación, que por proponer soluciones de fondo, demostrando unos y otros, oficialismo y oposición, que sus preocupaciones tienen más que ver con sus intereses que con los del propio pueblo. Quienes hoy son gobierno o quienes lo fueron unos años atrás, tuvieron discursos llenos de palabras bonitas y buena voluntad, pero en los hechos sigue quedando en claro que han fracasado rotundamente en las políticas que tienen que ver con la lucha contra el narcotráfico.
Aunque lo que sucedió fue una verdadera tragedia, puede servir a su vez para plantear este debate también en el orden local, ya que de ninguna manera debemos creer que el consumo de drogas y de alcohol es exclusivo de los grandes centros urbanos. En Necochea, en Lobería, en Balcarce o en San Cayetano, también hay chicos y grandes que se drogan y consumen alcohol en exceso, aunque en nuestro pago chico en general sea un tema tabú o del que se hable poco.
En las grandes ciudades o en las más pequeñas, la droga es un flagelo y está presente, tal vez no en la misma dimensión, pero está presente.
No soy un entendido en la materia ni mucho menos, pero sí soy padre y desde ese lugar puedo hablar desde el corazón, con sentido común y con la preocupación que el tema me genera.
Cada uno desde nuestro lugar, hagamos nuestro aporte en esta lucha, dialogando con nuestros hijos en casa, acercándonos a quien pide ayuda, recurriendo a profesionales cuando sea necesario y exigiéndole a nuestras autoridades políticas, policiales y judiciales, que no miren para el costado ante esta enfermedad que todos los días mata gente.
Carlos Laboranti, director ejecutivo.