Cuando somos vulnerables, estamos totalmente expuestos. Sí, estamos en lo que podríamos denominar un estado de incertidumbre. Y sí, estamos asumiendo un enorme riesgo emocional cuando nos permitimos ser vulnerables.
Pero no hay razón para creer que asumir riesgos, afrontar la incertidumbre y exponernos a las emociones equivalga a debilidad.
El concepto de que la vulnerabilidad equivale a debilidad es el mito más extendido sobre la vulnerabilidad y el más peligroso. Cuando nos pasamos la vida huyendo y protegiéndonos de sentirnos vulnerables o de que los demás nos consideren demasiado emocionales, sentimos desprecio cuando vemos que otras personas no son tan capaces o no están dispuestas a enmascarar sus sentimientos, a reprimirlos o a seguir al pie del cañón.
Hemos llegado a un punto en que, en vez de respetar y apreciar el valor y el atrevimiento que se oculta tras la vulnerabilidad, permitimos que nuestro miedo y malestar se conviertan en juicios y críticas.
La vulnerabilidad no es ni buena ni mala: no es lo que llamamos una emoción oscura, ni es siempre una experiencia positiva y luminosa.
La vulnerabilidad es la esencia de todas las emociones y sentimientos. Sentir significa ser vulnerable.
Creer que la vulnerabilidad equivale a debilidad es creer que sentir equivale a debilidad.
Anular nuestra vida emocional por temor a pagar un precio demasiado alto es alejarse de lo que, precisamente, da sentido y propósito a la vida.
Nuestro rechazo a la vulnerabilidad suele surgir porque la asociamos con emociones como el miedo, la vergüenza, la depresión, la tristeza y la decepción: emociones de las que no queremos hablar, aunque estén afectando profundamente a nuestra forma de vivir, amar, trabajar e incluso guiar.
La vulnerabilidad también es la cuna de las emociones y experiencias que anhelamos; es el punto de partida del amor, de la integración, de la dicha, del valor, de la empatía y de la creatividad; es la fuente de la esperanza, la responsabilidad y la autenticidad.
Si queremos recuperar la parte emocional esencial de nuestra vida y reavivar la pasión y el propósito, tenemos que aprender a reconocer y a conectar con nuestra vulnerabilidad, y a sentir las emociones asociadas a ella para poder potenciar su lado positivo en nuestras vidas.
Carlos Laboranti. Director Ejecutivo