¿Qué es una virtud? Es el esfuerzo de comportarse bien. Moralmente bien, es decir, hacia y con el otro, el prójimo, el próximo. Una virtud es un valor convertido en acto.
La gratitud es una virtud cuya desaparición progresiva es verificable en la vida cotidiana. Pequeños y sencillos actos como abrir una puerta para que pase otra persona, esperar con el ascensor detenido a que llegue el vecino que acaba de entrar al edificio, ceder el asiento, alcanzar el servilletero parecen no merecer un gracias para muchas personas beneficiadas por ese gesto. Tampoco decirle esa breve palabra de siete letras a un mozo que sirvió café, a alguien que cedió el paso en un molinete o en fin, expresarla en las numerosas oportunidades que se presentan a lo largo de un día.
Dar las gracias es un acto cuya profundidad y trascendencia va mucho más allá de una simple cuestión de urbanidad o de buenas costumbres.
Las virtudes se aprenden y practican. Por lo tanto, es posible desconocerlas. Basta con no haber tenido ejemplos o con haberlos olvidado. El desconocimiento de la palabra gracias y de lo que ella significa, porque gracias significa que hemos recibido algo.
¿Cuesta tanto, ante la evidencia de hechos buenos, decir simple y sencillamente gracias? Pareciera que si, que cada vez más personas han extraviado esa palabra en sus vocabularios. Y como las palabras no son solo letras o sonidos, sino que también representan y crean, la pérdida de una de ella, no solo empobrece a quien la extravió, sino que lastima a quien no la recibe. Mientras aun sea tiempo habrá que buscar las gracias perdidas hasta rencontrarlas. Sobran oportunidades para hacerlo.