Por Gustavo de Elorza Feldborg – Profesor e investigador universitario – Especialista en Educación y Nuevas Tecnologías (Flacso) y autor del libro “Revolución del aprendizaje en tiempos de lo digital – Nuevos territorios educativos siglo XXI”.
Mucho se habla hoy en día de la creatividad, donde muy pocos esfuerzos educativos pueden llegar a convertirse en el centro y en el resultado de una experiencia de aprendizaje. Por otro lado, la educación de nuestro tiempo insiste en un discurso que no supera el relato, sino más bien como la práctica de un deseo de enseñar a los adolescentes del siglo XXI. Donde todos sabemos y poco se hace para construir una educación con sentido y perspectiva de pensamiento creativo, anticipando que la creatividad es y será la competencia fundamental de este siglo.
Por otro lado, el desarrollo vertiginoso de las nuevas tecnologías de la información, la comunicación y la conectividad se presenta en sociedad con breves intervalos de tiempo para mostrar el desarrollo de productos resultantes de mentes creativas e innovadoras.
Estos cerebros, en su mayoría pertenecen a jóvenes inquietos, que son buscados y detectados por grandes corporaciones que explotan la virtualidad como un nuevo espacio social, económico y cultural, y hacia donde la humanidad, en su mayoría ya emprendió ese viaje.
Estos jóvenes, poseen un valor agregado en su haber como es la capacidad de contar con formas de pensamiento flexibles y con la habilidad de repensar soluciones a problemas con los que se enfrentan mediante desafíos en escenarios cambiantes, situación por cierto que manifiesta la evidencia de una educación desconectada de la realidad sin precedentes.
La escuela y las instituciones educativas todas, deberían proponer nuevos modelos y ensayar en su búsqueda distintas hipótesis de transformación. Una de ellas podría ser remitirse al análisis de un símbolo, que ya es cultural y que todos comprendemos por el uso que le damos en lo cotidiano, como lo es la arroba @. Este símbolo nos acompaña desde el surgimiento de internet y sus servicios desde principios de los años 90. Por ello, la referenciamos como un elemento que perdura en el tiempo, como la escuela, pero que, a diferencia de esta última, no dejó de transformarse, adaptando su representación a los nuevos territorios digitales de estos tiempos. Podemos también ver que este símbolo, que se uso mayoritariamente en los correos electrónicos, hoy es usado como una llave de acceso y forma referencial para los usuarios de las Redes Sociales.
La popularidad del símbolo de la arroba @, no sólo ha crecido, sino que su transformación en los últimos años en los escenarios digitales, representa y evidencia su carácter transformador. En este sentido, y en el contexto más amplio de las palabras “educación y escuela”, sería muy bueno alguna vez, que podamos referirnos a ellas como Educ@ción y Escuel@, con el símbolo en su grafía, para hacernos recordar, que la misma debe evolucionar, y adaptarse a una sociedad dinámica y cambiante, acompañando desde los términos, a instituciones que se diferencien y se ajusten, a estos tiempos, de transformación, creatividad e innovación de los sistemas educativos de nuestro país.
En la actualidad los aportes de la neurociencia cognitiva y la neuroeducación nos brindan un gran caudal de datos e información, los cuales son el resultado de investigaciones más que relevantes. Con ello en mente se podría realizar a nivel país, una reforma radical en la educación que se ajuste y funcione mediante ideas creativas y revolucionarias, que además nos permita migrar hacia una educación “dé y con futuro”.
¿Qué esperan nuestros adolescentes de la educación en la actualidad?
Es muy común escuchar los reclamos que los docentes realizan ante los escasos resultados que obtienen de sus prácticas educativas; como también del otro lado, el discurso de los adolescentes, reclamando “aprender de otra manera”. Ellos quieren una escuela con profesores que se proyecten a otros espacios educativos, entre ellos el digital y donde las estrategias docentes se focalicen en mayores interacciones, en la apertura a nuevas formas de aprender, en la necesidad de enseñar a pensar, el ingrediente motivacional en los procesos del saber, donde el conocimiento sea más transversal, donde se aprenda “haciendo”, buscando “comprender” más que memorizar sin sentido. Los adolescentes, esperan una educación más centrada en ellos y sus necesidades presentes y futuras, y no tanto, en la figura del profesor con clases expositivas, donde no existe la oportunidad de elegir, ni las actividades de autoconciencia, ni conexiones entre pares y donde las experiencias propuestas no se reflejan con el mundo real.
¿Qué deben tener en cuenta los educadores?
Para lograr el cambio que comentamos, los maestros y profesores deben saber, que sus prácticas y estrategias tienen un “impacto directo” en el desarrollo del “cerebro adolescente”. Ante esto, el cambio de paradigma educativo debe evidenciar un profundo conocimiento por parte de los educadores, en cómo funciona el cerebro de los jóvenes, en especial, en la etapa de la adolescencia. Asimismo, no se puede ignorar que en la psicología evolutiva de los jóvenes el “cerebro emocional” se encuentra en su máximo esplendor.
Según el investigador David Perkins, los educadores y el sistema educativo, deben proponer y garantizar aprendizajes relacionados con la vida de los estudiantes, entre ellos, enseñar a comprender cómo funciona el mundo, cómo accionar sobre él, cómo desarrollar una ética necesaria en relación al accionar humano y cómo saber crear nuevos significados para actuar en circunstancias inciertas o desconocidas (Torralva, 2019).
Por lo tanto, la educación en la Argentina, debería reconocer en primer lugar la falta de una política educativa que atienda los requerimientos de un futuro próximo, que permita además transformar el sistema educativo y segundo comenzar la búsqueda de lineamientos que permitan dar respuestas concretas y con resultados reales a la distorsión de las formas tradicionales y obsoletas de como se enseña y se aprende en el día a día de nuestros estudiantes. Para ello, todos los educadores y los responsables de la educación, deberían comprender y aceptar que, “no saber”, no es un problema, sino una gran oportunidad, reconociendo sin más vueltas, para empezar a construir el tan anhelado “c@mbio”.