El modo en el que nos vinculamos con el tiempo define nuestra manera de conectar con lo que nos importa. Nuestro bienestar también incluye el tiempo. ¿Cuánto le dedicamos a cada qué? Preguntarnos la motivación de nuestras decisiones en relación a qué le dedicamos parte de nuestro día es un ejercicio de reflexión y autoconocimiento.
¿Ocupamos nuestra agenda porque no sabemos decir que no o decimos que sí por culpa? ¿Nos tomamos tiempo para nosotros o estamos a disposición del resto? Si hablamos de los líderes exitosos en manejo de tiempo, son personas que suelen agendar y cuidar con mucha seriedad los tiempos de introspección, en blanco, el tiempo para imponderables y para estar en servicio.
Una característica de los nuevos liderazgos de este tiempo tiene que ver con conversaciones nuevas que van requiriendo sus equipos y con estar disponibles para los diferentes temas que van surgiendo en un contexto en que todos estamos aprendiendo a trabajar de una manera distinta. Una de las características de quienes pueden conciliar una agenda de bienestar y productiva, es el cuidado de los tiempos dedicados a la introspección, imponderables y exploración con la misma seriedad tal como se trata a los espacios para la producción.
La gestión del tiempo tiene un correlato directo en nuestro bienestar y en nuestra productividad. Cada vez hay más evidencia de que cuando el ocio se respeta como cuando hay espacios de corte entre el trabajo, la vida personal y el descanso, esto tiene un correlato positivo en las personas. Y por supuesto, por la negativa también.
Los niveles de burnout (Síndrome de trabajador quemado) que se están experimentando hoy son altos, se habla de una pandemia de salud mental y están ligados a una sensación de estar trabajando 24 por 7, en un terreno incierto donde es muy difícil entender cómo van a ser los próximos pasos.
Cuando se tiene una agenda más balanceada, cuando hay más claridad de cómo se va a trabajar, más previsibilidad y una planificación que se puede seguir, esto impacta en la vida de las personas. Un ejemplo en relación con esto es cómo descansan. Cada vez hay más evidencias que llegan desde las neurociencias y de los especialistas en sueño de que el descanso y cómo dormimos tienen un impacto directo en nuestra productividad. Cuando una persona adulta alcanza las siete u ocho horas que necesita para estar bien; al día siguiente hace más foco, tiene más atención y está de mejor humor. Por el contrario, si no descansamos nos sentimos con una gran resaca .
¿Cantidad o calidad de tiempo? Más que la cantidad es la calidad de ese tiempo. Hay veces que con poco tiempo enfocado, elegido y cuidado se puede lograr un gran balance. Apuntar a la calidad medida en experiencias, relaciones e introspección nos puede dar mucha más información que la cantidad de horas que usamos para hacer las cosas.
Carlos Laboranti – Director ejecutivo