Por Martín Haissiner, abogado y director del curso “Neurociencias aplicadas al Derecho” de INECO U, e investigador del Instituto de Neurociencias y Derecho.
Las neurociencias se encargan de analizar cómo está organizado estructural y funcionalmente el cerebro. La comprensión de las decisiones que toma un ser humano no puede prescindir de los estudios provenientes de las ciencias del comportamiento y de las neurociencias. Esto se pone de manifiesto cuando tenemos conductas poco racionales en nuestra vida cotidiana. Somos nuestro cerebro, eso es lo que hace que actuemos y seamos de una determinada manera.
Un ámbito, entre muchos otros, para el cual el conocimiento de la mente se vuelve de gran utilidad es el del Derecho. El cerebro es la estructura más compleja del universo y el Derecho el instrumento más complejo de las relaciones sociales. Entender de qué manera los diferentes elementos de la mente interactúan, originan y condicionan la conducta humana, es indispensable para un sistema jurídico cuya misión es, precisamente, regular las conductas de los seres humanos para asegurar una convivencia social pacífica y próspera. Por ese motivo, las neurociencias y las ciencias jurídicas se relacionan y forman un espacio común de saber. El ámbito jurídico trabaja sobre la base del comportamiento humano, por lo cual, se vuelve necesario entender de qué manera los diferentes elementos del cerebro lo influyen y condicionan.
La base para entender mejor por qué los humanos seguimos órdenes y cumplimos la ley es, necesariamente, una mejor comprensión de la mente humana, con evidencia científica proveniente de investigaciones del mundo de las neurociencias y las ciencias del comportamiento.
El trabajo conjunto y consensuado que han realizado juristas y neurocientíficos en este último tiempo, logra detectar en qué ámbitos y en qué medida los estudios sobre el funcionamiento de los procesos mentales pueden ser utilizados para producir innovaciones en el sistema legal. Se trata de un debate que abre múltiples campos de investigación y que trasciende saberes y fronteras, puesto que la discusión sobre cerebro y Derecho es necesariamente interdisciplinaria e internacional.
La neurociencia está descifrando los sofisticados mecanismos de la memoria humana para explicar cómo archivamos y luego recordamos la información. Para un testigo, por ejemplo, que es un actor fundamental en los procesos judiciales, resulta muy valiosa su memoria, pero se debe entender que hay un cerebro detrás que agrega, quita y distorsiona.
Algunas preguntas frecuentes en relación al ámbito del Derecho suelen darse en torno a por qué una persona se comporta de determinada manera, qué debería hacer la sociedad para que se reviertan ciertos comportamientos y cómo se tendrían que castigar las conductas disvaliosas. Tradicionalmente se pensaba que bastaba con aumentar los costos por hacer algo mal y aumentar los beneficios por hacer algo bien para lograr sociedades mejores. Actualmente, desde la mirada de las neurociencias, se puede obtener información científica que sirva a los profesionales del Derecho para comenzar un camino de comprensión de la conducta humana y de ese modo, crear leyes innovadoras.