Cuando escuchamos la palabra Carnaval, inmediatamente nuestra mente la asocia con alegría, colorido, baile… Es que hablar de Carnaval es hablar de los multitudinarios desfiles de Río de Janeiro, del corsódromo de Gualeguaychú, de las murgas uruguayas y argentinas (aunque sean bien diferentes entre sí) o las celebraciones ancestrales de Jujuy y de Bolivia.
Más allá de esas referencias tradicionales y populares a nivel mundial y nacional, mucho más cercano a nuestras vivencias nos resulta recordar en nuestra época de niños cuando jugábamos en la calle a mojarnos con baldazos o bombitas de agua o ir a los corsos a disfrutar de jugar con espuma y la quema del Rey Momo.
En definitiva, el Carnaval en sus diferentes formas, es una costumbre que ha atravesado las diferentes culturas del mundo, manteniendo su origen popular.
Más allá de la locura y el descontrol que parece rodearlo, el carnaval es cosa seria, porque se trata de una de las más importantes manifestaciones culturales. Sin su existencia, probablemente muchas danzas, ritmos y costumbres se hubieran perdido en el tiempo.
Los carnavales argentinos, son de las fiestas más antiguas de nuestro país y constituyen la celebración popular más extendida en el tiempo.
Se trata de una manifestación cultural que aglutina muchas artes, la arte escénica, el vestuario, la danza, la música, etcétera.
También tiene un rasgo distintivo: el carnaval es policlasista, en las calles todos somos iguales, el pobre puede ser rico y el rico pobre, es invertir el orden.
Cuando nos preguntamos por qué se mantiene tan vigente este festejo histórico, la respuesta es muy sencilla: Porque es sano celebrar, porque las fiestas populares son necesarias para la unión de los pueblos, porque la música, la danza, los disfraces y la anarquía que de alguna manera reina en estos días, es el combustible necesario para seguir adelante.
Es por eso que festejamos que nuestras ciudades tengan sus carnavales, con las características particulares de cada uno. En Lobería los tradicionales corsos en las calles céntricas de la ciudad con numerosas comparsas locales y el infaltable Rey Momo que se quemará en la última noche, en Quequén con las murgas como protagonistas, en San Cayetano con un festejo doble, en el Balneario y en la ciudad, y desde este año además se sumará el Carnaval de San Manuel.
Carlos Laboranti, director ejecutivo.