Llegamos a mediados de febrero con el dilema que todos estaban esperando. El inminente regreso presencial de los chicos a las aulas pone a los especialistas en educación frente a un nuevo escenario: que sucederá con la prespecialidad de los estudiantes al aula y con los protocolos para atravesar un año más en presencia del Covid 19.
Más allá las diferencias, discusiones, disidencias, intereses y preocupaciones, existe cierto consenso. Lo cierto es que, los avances logrados nos ofrecen la oportunidad de que los estudiantes vuelvan a encontrarse en el ámbito escolar, vuelvan a su lugar de pertenencia para transitar el aprendizaje y el encuentro con sus pares.
Este camino no fue fácil. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires lideró esta demanda desde antes de que el consenso se cristalizase: Repensó la problemática teniendo en cuenta la educación como sostén del tejido social, como lugar de encuentro e igualador de oportunidades, no solo mediante la transmisión de conocimientos sino del encuentro con el otro. Que la educación es una prioridad es algo que se dice todo el tiempo….. Esta vez, sin embargo, parece que, pese a todo, los argentinos pudimos, finalmente, ponerla por delante de otras cuestiones. Todos somos conscientes del daño que la pandemia está causando en nuestro sistema educativo. Más allá del enorme esfuerzo que han hecho docentes, alumnos y sus familias durante este año de clases no presenciales, las consecuencias negativas comienzan a verse en todo el país: más grave que el inevitable debilitamiento del nivel educativo ha sido la profundización de las desigualdades en la calidad educativa.
Los alumnos de familias con menos recursos han tenido dificultades vinculadas al acceso tecnológico, confort hogareño, disponibilidad y acompañamiento familiar que resultan indispensables para compensar las limitaciones que tienen las clases vía internet. Cuando se limita el acceso a las aulas, al espacio público o a los bienes culturales ahondamos inevitablemente en la desigualdad social. La escuela es, además, la base invisible sobre la que se sustenta la vida económica del país: los padres que tuvieron que hacer frente a la educación hogareña de sus hijos pudieron trabajar menos o peor, cuando pudieron.
Ha sido enorme el daño producido al tener un año lectivo entero fuera de las aulas, pero la mirada que demanda la hora nos interpela a enfocarnos en el logro de este acuerdo básico que hace solo un par de meses parecía muy difícil: volver a las aulas.
Habrá que esperar para evaluar esta situación en los próximos meses. Lo cierto es que Los chicos en sus casas aprenden menos pero, sobre todo, se encuentran con lo conocido, con lo similar, se pierde la riqueza de la diversidad que nos da lo público. Argentina no puede permitirse ningún otro desencuentro. Creemos que es importantísimo volver a la presencialidad y que los alumnos vuelvan a aprender en el aula con sus compañeros y docentes.
Carlos Laboranti, Director Ejecutivo.